Capitulo 27

5.7K 402 53
                                    

Nos habíamos quedado dormidos en la torre de astronomía. El sol estaba por salir y el cielo ya estaba iluminado, fue por eso que desperté. Me reincorporé despacio y miré a Draco dormir. Aún en sus sueños se veía mortificado.

—Draco— le hablé despacio y respondió con un sonido apenas audible —Es hora de despertar. En unas horas comienzan las clases. Tenemos que arreglarnos para ir a desayunar—

Draco se despertó poco a poco. Se veía tan tierno con su cabello despeinado y sus ojitos hinchados apenas abriéndose. Lo miré sonriendo mientras se incorporaba; sin embargo, mi sonrisa contenía también una inmensa tristeza.

Ambos estábamos sentados en el suelo. Él me miró y trató de sonreír, pero no le salió. Sus ojos demostraban todo lo contrario a a felicidad.

—Vamos— dijo levantándose para luego ayudarme a levantarme.

Tomamos la cobija con la que nos habíamos tapado para dormir. Bajamos las escaleras de la torre hasta llegar a los pasillos, caminamos hasta llegar a nuestra sala común, y subimos a mi habitación. Él iba a irse a su habitación, pero en la puerta se detuvo inseguro, y luego volteó a verme.

—¿Puedo quedarme contigo?— preguntó y yo le di una sonrisa compasiva.

—Claro que si— lo abracé y él me abrazó de regreso.

Se quedó en mi cuarto y nos pusimos de acuerdo sobre quién se bañaría primero para no tardar demasiado. Sacó ropa de mi armario que había dejado en otras ocasiones y se metió a bañar.
Me desvestí y me envolví en mi toalla para que en cuanto él saliera yo pudiera meterme a bañar en seguida. Así que mientras esperaba, tomé un libro. Estaba concentrada en mi libro cuando escuché unos sollozos venir del baño.
Suspiré, y dejé mi libro a un lado.

Me dirigí al baño, entré y lo vi recargado de la pared dándome la espalda. Se giró y me miró con sus ojos rojos. Dejé caer mi toalla y entré lentamente a la regadera con él. Él me miró a los ojos sin decir nada y yo lo abracé. El agua caía sobre nuestros cuerpos desnudos, pero no teníamos ganas de hacer nada más. Sólo queríamos estar juntos. Acompañados.

Cuando nos separamos del abrazo, lo tomé de la cara, miré sus ojos cristalinos, y le recordé —Voy a estar siempre contigo. Nunca vas a estar solo mientras yo esté aquí— dije y él me miró con una expresión difícil de descifrar. Después se inclinó y besó mis labios débilmente, y cuando se separó de mi le dediqué una sonrisa débil, y él respondió igual.

Tomé un poco de shampoo y lo froté en su pelo. Él me miraba a los ojos sin expresión alguna en los ojos, y de vez en cuando, cuando nuestras miradas se cruzaban, nos dedicábamos una sonrisa. Eran sonrisas pequeñas, apenas notables, pero genuinas.
Tomé el jabón y lo pasé por todo su cuerpo, sin dejar espacios sin jabón. Y luego, fue al revés. Él puso shampoo en mi cabello y comenzó a lavarlo delicadamente. Cómo si estuviera acariciando una flor. Y luego, pasó el jabón por todo mi cuerpo, como lo hice yo.

Nos metimos al agua juntos, el agua se encargaba de deshacerse del jabón, pero cuando habían sobras en su cabello, yo me encargaba de quitarlas, y viceversa. Después de unos minutos salimos de la regadera. Nos vestimos el uno al otro, abotoné su camisa mientras él abotonaba mi blusa. Até su corbata y viceversa. Cuidamos el uno del otro.

Ya íbamos tarde al desayuno, pero no nos importó. Ya ni siquiera nos importaba si nos veían juntos.

Al salir de la sala y llegar a los pasillos, él se mostraba inseguro, así que lo tomé de la mano. Él miró nuestras manos entrelazadas y me miró un poco más seguro.

Caminamos hasta llegar al gran comedor. Cuando entramos, todo el mundo vio nuestras manos entrelazadas, pero no nos importó. A diferencia de otros días, no nos sentamos con los chicos, nos sentamos en una esquina a desayunar, y aunque sabíamos que nos miraban desde lejos, no nos importaba.

Desde ayer, éramos solo él y yo.

-

FIX MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora