Capítulo 30

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Amaneció. Regulus no había dormido nada. Seguía pensando en todo lo que había pasado en la madrugada. Pensaba en tantas cosas al mismo tiempo, que dormir ya no era una opción para él.

Escribía todo en su libreta. Eso era lo que había hecho toda la noche mientras seguía pensando.
En sólo una noche, ya se había acabado una libreta entera. Sin embargo, y sorpresivamente, su mano no se había cansado aún. Tenía la necesidad de continuar escribiendo, y lo hubiera hecho si no hubiera escuchado la voz ronca de Atenea.

Se giró para verla y le sonrió.

Estaba sentada en su lugar, despeinada como cada mañana. Le sonrió a Regulus de regreso y luego lo observó bien.

Llevaba la misma ropa que ayer, su cabello se veía exactamente igual, y físicamente se veía cansado, aunque él no lo demostrara.

—¿Cómo dormiste?— preguntó Regulus mirándola desde su lugar.

—Bien... creo. Pero definitivamente mejor que tú. ¿Y tú?... ¿Dormiste algo?— preguntó Atenea mirándolo con un poco de preocupación y él asintió.

—Un rato— mintió Regulus.

—No dormiste nada, ¿verdad?—

—No— dijo Regulus esta vez mirando al suelo.

Atenea lo miró con una sonrisa de lado y dió unos golpecitos en la cama para que Regulus se sentara con ella. Y así lo hizo él. Se sentó al otro lado de la cama.

—Necesitas dormir, Reg— le dijo con voz suave.

Regulus se acostó en la cama, poniendo sus brazos cruzados detrás de su cabeza.

—Lo sé. Es sólo que, hay tantas cosas en mi cabeza, que si cierro los ojos, en lugar de irse surgen más cosas. Es como si mi mente se mantuviera ocupada pensando en todo menos en dormir—

—Tal vez eso sea una señal de que necesites dormir— dijo Atenea acostándose en su almohada completamente inclinada hacia Regulus.

Ambos se quedaron en silencio por unos segundos. Regulus mirando sólo al techo, y Atenea mirando todo a su alrededor, pero en especial a Regulus.

—¿Reg?—

—¿Si?— contestó aún mirando al techo.

—Tuve un sueño muy extraño— en cuanto escuchó eso, Regulus se giró para mirarla.

—¿Qué soñaste?— preguntó Regulus.

—Soñé contigo—

—¿Ah si? ¿Y qué sucedió?— preguntó Regulus con intriga.

—Estábamos en la escuela. Era como cualquier otro día. Pero todo se veía más antiguo. Las personas incluso se veían diferentes. Habían rostros que jamás había visto, tenía amigos diferentes, e incluso Hérmes se veía diferente. También tenía otro hermano— dijo y Regulus la miró con aún más intriga.

—¿Cómo se llamaba tu hermano?—

—No lo recuerdo. Pero tenía un nombre muy Gaunt— dijo Atenea soltando una pequeña risa.

—¿Como Apolo?— preguntó Regulus como si estuviera bromeando, pero en realidad hablaba muy serio. Atenea lo miró confundida mientras recordaba los detalles.

—Si... ¿Cómo supiste?— preguntó Atenea confundida.

—No lo sé, sólo dije un nombre de algún Dios Griego al azar— dijo riendo bajo y volvió a mirar al techo —¿Qué más pasó en tu sueño?—

—Pues... teníamos otros amigos... Uno alto, muy delgado y rubio, ojos azules... El otro no tan alto, ni tan delgado como el otro. Tenía el cabello café. Sus nombres me suenan, pero sigo sin saber de donde los he escuchado— dijo Atenea tratando de recordar— Pero, lo más raro fue que... Tú y yo estábamos juntos...—

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