Capitulo 33

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Caminé por los pasillos hasta llegar a la oficina de Hérmes. Toqué la puerta unas cuantas veces, pero no recibía respuesta de nadie.
Traté de recordar si había mencionado algo acerca de estar ocupado a esta hora, pero no tenía ningún recuerdo de ello.

Esperé unos minutos más sentada en una banca a lado de la puerta. Mientras esperaba, noté que a unos metros de mi estaba Sascha hablando con otro Gryffindor.

—¿Sabes? Los sangre pura son lo peor que le pudo pasar al mundo mágico. Son idiotas que creen en la supremacía de la pureza de la sangre, como Voldemort. No hay algo que deteste más que a todos ellos, y los culpo plenamente por todo lo que sucedió, ya sabes, las guerras y todo eso. Son tan arrogantes e insolentes...— continuó Sascha casi gritando a la mitad del pasillo.

—Es divertido porque tú, tus padres y tus antecesores son sangre puras...— dijo Hérmes con toda la tranquilidad del mundo mientras se acercaba.

—Ah, Hérmes, otra vez hablando sin saber. Por si no lo sabías, mi abuelo era mestizo... De hecho, él no participó en la Primera Guerra Mágica porque ya había participado en una extraña guerra muggle—

—¿Hablas de la Segunda Guerra Mundial?— preguntó Hérmes.

—Si, fue parte del ejército de Alemania y...— respondió Sascha pero Hérmes lo interrumpió.

—Entonces era Nazi, peor aún— dijo Hérmes con una risa burlona y se dio la vuelta para abrir su oficina —¿Sabes, Hasserfüllt? Creo que el que habla sin saber eres tú, y lo ocupas como insulto porque te ves reflejado en ello. Si quieres dejar de quedar en ridículo te recomiendo la lectura. Hay libros muggles muy interesantes, si quieres puedo prestarte unos cuantos, o si prefieres que te dé una asesoría de historia universal, puedes apuntar tu nombre en la lista, aunque es un poco larga— Hérmes me hizo señas para que entrara a su oficina. Me levanté de la banca riendo por cómo mi hermano había dejado a Sascha en su lugar.

—¿Qué mierda es un Nazi?— preguntó Sascha intentando burlarse de mi hermano.

—Exacto— dijo Hérmes y cerró la puerta.

Lancé mis cosas al sillón, y luego me dejé caer sobre él mientras soltaba un suspiro.

—No lo soporto— dije.

—He aprendido a no darle más importancia de la qué merece... Pero ya que lo dices, creo que muy pocos tienen la paciencia para soportarlo— dijo —...Por cierto, ¿no deberías estar en clase?—

—Si, pero...— suspiré —tomaré asesorías más tarde— resumí.

—¿Por qué?—

—Pues, no podía concentrarme... Pero está bien, así podemos hablar. ¿Qué querías decirme en la mañana?—

Hermés suspiró y se quedó mirando por la ventana. Pude ver una pequeña sonrisa, casi imperceptible, en su rostro.

—Escucha, antes de decírtelo, tengo que dejar algo en claro. Yo no decidí que esto pasara, ni lo hice por otros motivos—

—¿De qué hablas?— pregunté preocupada.

—Ya te lo diré, pero promete que no vas a enojarte—

—Bueno, eso depende...—

—No, tienes que prometerlo—

—¡Hérmes!—

—¡Promételo!—

—Está bien— acepté molesta y él cerró los ojos tratando de buscar las palabras.

—Lo qué pasa, es que... recuerdas el otro día que hablamos de...—

—¡Solo dilo!— dije desesperada.

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