Capitulo 7

2K 174 92
                                    

Recuerdo este día a la perfección, porque fue uno de esos días que no puedes etiquetar como buenos ni malos. Pero si fue un día que tuvo un gran impacto en mi vida.

Recuerdo que en la mañana me levanté muy ansiosa por mi primer día de clases en mucho tiempo. Me bañé y me arreglé con muchas ganas y entusiasmo para bajar a desayunar con los chicos.

Al llegar, Blaise y Theodore ya estaban en el gran comedor. Me acerqué a ellos y los saludé. Ambos me miraron de una manera extraña, pero no le di importancia. Saludé a mi hermano desde lejos, pues él estaba sentado en una mesa nueva que habían puesto a lado de la mesa de los profesores.

Me senté y comencé a agarrar de los platos que estaban en el centro; sin embargo, me sentí intimidada por las miradas de ambos chicos.

—¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara?— bromeé, pero ellos sonrieron forzadamente y continuaron comiendo. —¡Ey! ¿Qué sucede?— dije nuevamente pero no contestaron— ¿están molestos conmigo? porque si lo están, pueden decírmelo. No me enojaré, lo prometo— pregunté mirándolos a ambos y con los nervios de punta.

Blaise continuó comiendo. Theodore me miró a los ojos fijamente. Reconocí esa mirada. Sus ojos no mostraban otra cosa más que pena y remordimiento. Era la misma mirada que me dio cuando confesó sus sentimientos hacía mi, pero esta vez era diferente, porque ahora sentía también pena por mi. Aunque me asustaba saber el por qué.

—Theodore, tú sabes algo, tienes que decírmelo ya.

—Atenea...— comenzó a negar con la cabeza.

—Vamos, somos amigos ¿no?

—Si, claro que lo somos... pero...— jamás supe lo que iba a decir, pues él mismo se interrumpió cuando volteó a ver a la entrada del gran comedor.
Inconscientemente yo me giré a ver qué era mi que veía, y cuando lo hice, lo vi.

Era Draco Malfoy parado un poco antes de la puerta del gran comedor. Se veía diferente, muy diferente. Su cabello no estaba peinado, al contrario, estaba alborotado, y estaba un poco más delgado. No usaba aquel traje del cual tenía réplicas incontables, no. Llevaba puesta una playera gris oscura con unos jeans negros.

Me levanté de la mesa y él me miró con confusión y sorpresa. Caminé hacia él, y aunque Theodore me llamó, no le hice caso y continué caminando hacia Draco. Un impulso me llevó a correr hacia él y en cuanto estuve frente a él, lo miré a los ojos y lo abracé con fuerza.

Me llevé una gran sorpresa cuando noté la falta de reciprocidad de su parte, pues él se quedó quieto, sin corresponder el abrazo. Me separé poco a poco y lo miré a los ojos.

—¿Cuándo llegaste?— preguntó fríamente.

—Hace un par de semanas... Lamento no haberte dicho pero al parecer nadie ha mantenido contacto contigo y... Espera, ¿cuándo llegaste tu? No te vi ayer en el tren ni en la ceremonia.— dije aún con un poco de emoción saliendo de la confusión.

—Hoy en la mañana.

—¿Por qué no llegaste ayer como todos los demás?

—Porque no, Atenea.

—¿Pasa algo?— pregunté confundida.

—¿Blaise, Theodore o Daphne sabían?

—¿Qué? ¿Que volví? Blaise no. A Daphne la vi en el callejón Diagón, y a Theodore igual... Pasó unos días en mi casa de hecho, y platicamos de muchas cosas...

—¿Theodore?— miró detrás de mi.

—Si, ¿por qué?— pregunté extraña.

—Nada— dijo seco.

—¿Estás celoso? Draco, él y yo...— estaba a punto de darle una explicación cuando él me interrumpió.

—Atenea, no me importa en lo absoluto. Escucha, yo...— y en ese momento, cuando estaba a punto de explicarme algo que después entendí, llegó Astoria, la hermanita de Daphne.
Tomó a Draco del brazo y nos miró confundida.

—Um... ¿todo bien?— preguntó la pequeña Greengrass.

—Eso creo— respondí mirando la manera en la que Astoria sujetaba a Draco.

—¿Todo bien, amor?— le preguntó nuevamente a Draco, y él asintió aún mirándome.

—¿Amor?— tragué saliva —Oh, lo siento... Yo... no tenía idea...— dije específicamente a Draco.

—No, no te preocupes, creo que interrumpí algo importante. Yo soy la que debe disculparse. Será mejor que me vaya.— dijo Astoria genuinamente.

—¡No, no! Por favor, quédate... Yo ya me iba—dije mirando a Draco.

—¿De verdad?

—Si, no te preocupes— le sonreí a Astoria, y me fui de ahí.

No sabía lo que sentía en ese momento. Era una mezcla de tantos sentimientos tan intensos. Sentía confusión, sorpresa, vergüenza, molestia, ira, pero lo que más prevalecía era la tristeza y la decepción. Me sentía tan idiota por haber creído que después de todo este tiempo las cosas volverían a ser como antes.

Me senté en una de las bancas que estaban en las mazmorras. No lloré, ni hice berrinches, simplemente estaba recapacitando lo que acababa de suceder. Una voz grave me sacó de mis pensamientos.

—¿Sufriendo por amor?— preguntó el Barón Sanguinario.

—No es el momento— respondí de mala gana.

—Seguro pensais que este pobre hombre fantasmal no tiene conocimiento alguno de semejante sentimiento, pero habéis de saber que no he venido a indagar, es más, os lo pido, creedme cuando os digo que no fallecí el día que mi espíritu abandonó mi cuerpo, sino el día que me enteré que mi amor no era correspondido. Os lo digo, joven dama, porque yo mismo lo he vivido, que no hay nada más verdadero que por amor hemos de morir.

Miré al Barón Sanguinario y puse mi mano en mi frente tratando de no soltar lágrimas.

—Todos los que estaban en el gran comedor lo vieron— confesé.

—Se ríe de las cicatrices quien nunca ha sentido una herida. Si no recordáis la más ligera locura en que el amor te hizo caer, entonces no habéis amado. Y quién no desearía haber amado? No os preocupéis, joven dama, que el amor no mira con los ojos, sino con el alma. No esperéis a que el tiempo os malgaste. No temais a sentir dolor, que hasta sentir dolor por amor es un privilegio.

Sonreí ante tan bellas palabras.

—Debería escribir un libro de poemas— lo felicité y el fantasma rio un poco.

—No os dejéis del engaño, me he inspirado en algunas obras de la biblioteca— admitió y yo reí.

Recordé que tenía clases en menos de cinco minutos, así que agradecí al fantasma por sus consejos, y corrí lo más rápido que pude hacia el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-

FIX MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora