Capitulo 29

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Después de la larga plática con Atticus, Atenea regresó a su habitación.

Esta vez hubo algo que la distrajo en el camino. Eran las mismas luces que salían de repente y aparecían en lugares inesperados, como en las grietas del suelo, en los faroles de la pared, o incluso en medio de los pasillos.

Al inicio, el color de la luz era azul, después se fue tornando morada, y luego roja.

Atenea volteaba a todos lados tratando de ver si alguien más también podía verlas. Pero todo apuntaba a que no, así que decidió ignorar las luces y los susurros que venían de ellas, al menos hasta que llegó a las mazmorras.

Aprovechó la falta de gente en el pasillo, y se acercó a la luz. Entre más se acercaba, más fuertes eran los susurros. Y no sólo eso, ya no eran simples balbuceos, ahora eran palabras que aunque no entendía, podía repetir.

"Éla mazí mas" era lo que parecía escuchar. No significaba nada para ella.

Cuando ya estuvo lo suficientemente cerca como para tocar la fuente de luz, dudó un poco. No estaba segura si tocar una luz que nadie más ve y que te susurra cosas en un idioma antiguo que no entiendes era buena idea.

En ese momento, dio un paso hacia atrás y salió corriendo volviendo a ignorar aquellas luces ahora rojas. Llegó a la sala común, y ya dentro, corrió hasta su cuarto.

Entró tan rápida y frenéticamente que no se dio cuenta de que Regulus estaba ahí.

Estaba recargado en el escritorio con los brazos cruzados y mirándola con molestia.
Atenea al ver que no estaba sola, dio un enorme brinco y se puso en la mano en el pecho.

—¿Por qué haces eso siempre?— dijo Atenea soltando un suspiro de alivio al ver que era él.

—¿En donde estabas?— preguntó Regulus molesto.

—¿Hola? ¿Cómo estás? Estoy bien, gracias— dijo Atenea fingiendo que nada pasaba y haciendo alusión a que estaba siendo muy duro.

—Te pregunté, ¿en dónde estabas?— volvió a preguntar Regulus igual de molesto.

—Fui a hacer una caminata por el castillo, nada peligroso, no te enojes— respondió Atenea lanzándose a la cama.

—Al menos no estás mintiendo. Me alegra que estes consciente de que la habitación de Atticus está en el castillo— dijo Regulus mirándola de la misma manera que antes. Atenea lo miró sorprendida, con los ojos bien abiertos —Atenea, no puede ser que la única vez que te dejo sola, demostraste ser tan imprudente como para irte a meter a la habitación de la persona que, literalmente, quiere asesinarte—

Entonces Atenea comprendió que todo fue una prueba de Regulus. Nunca hubo entrenamiento de Quidditch. Simplemente lo hizo para ver si era lo suficientemente inteligente como para hacer o no hacer las cosas. Lamentablemente, Atenea no pasó la prueba.

—Lo sé, lo lamento, pero tenía que seguir investigando...— dijo Atenea consciente de su error.

—No, no mientas, Atenea. No lo lamentas, y sé que si vuelvo a dejarte sola, vas a volver a hacer otra tontería. Te ofrecí mi ayuda y mi compañía, y decidiste hacerlo tú misma, romper nuestra confianza y actuar de la manera más infantil y tonta posible, ¿Y para qué? ¿Qué ganas, Atenea?— dijo Regulus alterado. Atenea jamás lo había visto así, y menos con ella.

—Lo sé, y lo siento, pero necesitas calmarte, no fue gran cosa—

—¡No! ¡No me pidas que me calme! ¡Siempre es lo mismo contigo! ¿Por qué estás haciendo esto verdaderamente, Atenea? ¿Quieres ser la heroina de la historia? ¿O simplemente eres una suicida egoísta? Porque sea lo que sea, te recuerdo que no eres la única involucrada en esto, así que deja de pensar solo en ti, y sé un poco más empática—

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