Capitulo 14

332 28 16
                                    

Theodore se despertó e hizo su rutina de cada mañana como lo hacía de costumbre. Se bañaba, se lavaba los dientes, se rasuraba, se ponía loción, se vestía, se peinaba y hacía muchas cosas más para completar su rutina. Por algo era bien sabido que Theodore era uno de los chicos más pulcros y cuidados de todo Hogwarts sin llegar a ser muy vanidoso.

Como cada mañana, tomó sus cosas, salió de su habitación y se dirigió a la puerta de Atenea. Tocó varias veces pero nadie abría, así que decidió abrir la puerta por si se había quedado dormida o por si algo peor hubiera sucedido, pero sólo se encontró con una habitación vacía.

La cama estaba tendida y las cortinas abiertas. Al parecer Atenea se había adelantado. Theodore miró el reloj pensando qué tal vez él iba tarde, pero no, de hecho iba casi 20 minutos más temprano. No le dió demasiada importancia, pero si le pareció extraño que Atenea no le hubiera dicho nada.

Theodore se dirigió al comedor. En el camino se encontró a sus compañeros del equipo de Quidditch y los saludó como siempre. Continuó caminando y llegó al comedor. Vio a Elisavet, Laurie, Camille, a Pansy y a Draco un poco más alejados, pero nunca vio a Atenea.

Se acercó a Elisavet y sin sentarse le preguntó en donde estaba Atenea. Ella lo miró extraño y en lugar de responder, preguntó —¿No viene contigo?—

Theodore la miró preocupado y luego miró a Laurie, pero él lo miró con la misma preocupación.

—Siempre vienen juntos, ¿fuiste a buscarla a su habitación?— preguntó Elisavet.

—Si, pero no había nadie— respondió Theodore buscando a su alrededor.

—Tal vez tenía tareas por terminar. No te preocupes, seguro está en la biblioteca— dijo Camille tratando de calmarlo.

—No, ella siempre me avisa antes de ir, y casi siempre vamos juntos porque siempre tengo libros que entregar— dijo Laurie.

Theodore caminó hacia Pansy y Draco y sin siquiera saludar, les preguntó si habían visto a Atenea, pero ninguno de los dos tenía idea. Theodore empezó a mover sus manos ansiosamente tratando de pensar en donde podía estar. Los demás lo miraban desde su lugar también buscando una respuesta.

Theodore dejó sus cosas en la silla y fue a buscarla al patio, a los salones que se le cruzaban, al invernadero y a la torre de astronomía pero no había señales de ella en algún lugar. En ese momento, decidió ir a buscar a Hérmes.
Caminaba rápidamente por los pasillos dirigiéndose al salón de D.C.A.O. y fue ahí cuando desde lejos reconoció aquel cabello rubio justo en uno de los pasillos. Estaba recargada de la barda admirando el paisaje. Theodore volvió a respirar.

Se acercó a ella sin que se diera cuenta y se recargó a su lado.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Theodore suavemente. Atenea dió un pequeño salto, y volteó hacia el otro lado para poder limpiarse las lágrimas sin que Theodore viera, pero no le funcionó.

—Vine a... pensar— respondió. Theodore la miró preocupado y cuando iba a poner su brazo sobre sus hombros para abrazarla, Atenea movió sus hombros para quitarse el brazo de Theodore de encima.

—¿Qué pasa?— preguntó Theodore con el brazo congelado.

—Theodore yo... Estuve pensando y... Creo que deberíamos darnos un tiempo— dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Hice algo malo? Te prometo que... Espera, ¿Alguien te ha dicho algo?— preguntó Theodore comenzando a dudar incluso de él mismo.

—No, no, Theo, no eres tú, ¿si? Tú eres perfecto, siempre lo has sido— Atenea comenzó a llorar de nuevo. A pesar de todo, Theodore la tomó en sus brazos y ella lo abrazó fuerte mientras lloraba en su pecho. Su corazón latía muy rápido y su garganta se sentía tensa, sabía que en cualquier momento se rompería él también.

—¿Entonces?— preguntó Theodore con la voz cortada. Esta vez, Atenea se separó de él.

—Sólo nos estamos haciendo daño. Estamos aplazando algo que en algún momento tendrá que terminar—

—¿Aplazando?— preguntó Theodore mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

—Ninguno de los dos pensaba que esto iba a durar para siempre—

—Yo si. Atenea puedo estar joven e inmaduro, tal vez ni siquiera sepa lo que quiero ser en la vida, pero de lo que si estoy seguro es de que quiero vivirla contigo. Atenea tú me haces feliz. ¿Tú no sientes lo mismo?— preguntó Theodore lleno de lágrimas.

—Theodore, yo...— en ese momento Theodore supo la respuesta y su corazón se partió en millones de pedazos —He estado pasando tiempo con un chico, y es genial. Es inteligente, es tan amoroso, divertido, y el tiempo se me pasa tan rápido cuando estoy con él... Creo que me he enamorado de él— dijo Atenea con el corazón roto. Miró a Theodore, quien ahora miraba hacia las montañas, y moría de ganas de abrazarlo y decirle toda la verdad, pero precisamente porque lo quería, sabía que esto era lo mejor para él.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?— preguntó Theodore con tristeza.

—No sabía cómo—

Theodore miró los ojos de Atenea tratando de ver alguna rareza, pero todo lo que decía acerca de aquel afortunado era verdad. Se sentía impotente por no poder hacer nada, así que sin decirle nada, Theodore se fue de ahí. Atenea pensó en llamarlo, pero sabía que si lo hacía, él regresaría y ella se arrepentiría de haber dicho todo eso.

Atenea sólo se resignó a ver cómo Theodore se alejaba mientras pensaba en lo mucho que repudiaba a Atticus por haberle hecho perder lo que más amaba.

-

FIX MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora