Capitulo 39

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Atenea y Regulus pasaron la noche en Grimmauld Place. Era muy tarde para regresar a Hogwarts a esas horas, además de que el acceso al castillo era más que imposible en la noche.

Durmieron en la misma cama, pero separados. Después de aquel suceso en la sala, las cosas se habían tornado un poco incómodas. Atenea sólo podía pensar en lo mucho que había arruinado aquella relación tan genuina de amistad que tenía con él. Y Regulus no se arrepentía como Atenea, pero si lo hacía un poco al ver a Atenea actuar de manera extraña con él, y él sabía que tenía que ver con eso.

A la mañana siguiente, Atenea despertó temprano por la costumbre. Se salió de la cama y exploró la habitación. Miró aquel esqueleto que tenía colgado en una esquina. Subía de arriba a abajo simulando el vuelo de aquel animal que podía asumir que era un ave.

Miró todos los dibujos y notas que tenía pegados en la pared. Se dirigió al escritorio y ahí habían muchos frascos vacíos y otros utensilios que se podía notar que habían pasado muchos años desde la última vez que fueron utilizados.

Se detuvo a ver cada una de las fotografías de su habitación. En unas estaba Regulus jugando Quidditch, o con su equipo, en otras estaba él con sus amigos, otras eran fotografías que Atenea aseguraba que él había tomado, y sólo una era una foto de él con su familia.

Se acercó más a esta ultima foto para observar cada detalle. Regulus era muy parecido a su madre, aunque el rostro de ella se veía mucho más frío y frustrado, y sus ojos salían como si fueran a regañarte. Su padre, por otro lado, tenía un aspecto calmado, o mejor dicho, guardaba las apariencias, pues detrás de ese mentón levantado había una enorme ira reprimida también.
El único que hacía un esfuerzo por sonreír en esa foto era Regulus, porque incluso Sirius se veía más que traumatizado.

Atenea siguió caminando y encontró unas cartas abiertas en la estantería rodeadas de telarañas y cubiertas de polvo. Sopló. Tomó las cartas y las hojeó.

"Acabo de enterarme del escape de Sirius. Lamento mucho lo sucedido, sé lo mucho que significaba para ti. Si necesitas algo, no dudes en escribirme.

Te estima,
Evan Rosier"

"No he sabido nada de ti este verano. ¿Saliste de vacaciones? Tal vez vaya a visitarte en estos días, aunque no si no estás. Avísame si estás en casa.

Barty"

"Necesitamos hablar cuanto antes. Es sobre ya sabes qué. Pero necesito verte, no puedo escribirlo.

Atenea"

Atenea miró aquella ultima carta y admiró aquella letra impecable, tan parecida a la suya.
Continuó leyendo, pero entre más avanzaba, las cartas eran cada vez peores.

"Regulus, no te he visto estos últimos días, por favor dime que estás bien. Tengo mucho miedo. Ya no sé en quién confiar. A veces siento que ni siquiera en Barty puedo confiar. Ya no sé qué hacer, ya no puedo más. Sé que en cualquier momento él acabará conmigo, lo sé. Si quiero sobrevivir tengo que seguir, incluso si es en contra de mi voluntad.
Por favor, Regulus, si lees esto respóndeme lo antes posible. Temo por ti.

Evan Rosier"

"No sé si aún estás recibiendo estas cartas. Pero escribo para decirte que perdimos a Rosier. Fue ese maldito Ojoloco, va a pagarlo, créeme. Yo mismo me encargaré de sacarle el único ojo que le queda. No voy a dejar que haya sido en vano. Lo que si puedo decirte es que Evan luchó hasta el final, la prueba está en el ojo de Moody.
El funeral será mañana, espero verte ahí, y si no, le dejaré flores por ti, y de paso, llevaré otras para ti.

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