Capitulo 32

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Por fin estábamos en Hogsmeade, pero necesitábamos llegar al callejón Diagón. Pensamos en ocupar algún traslador, pero al final, acordamos que lo más viable eran los polvos Flu, así que buscamos algún lugar que tuviera una chimenea; sin embargo la mayoría eran tiendas y casas. Encontramos una tienda de té, tipo cafetería, y entramos. Era muy poco probable que no hubiera una chimenea en una tienda de té, lo único que nos preocupaba era que no fuera tan pequeña. Draco guardó los polvos flu en uno de sus bolsillos.

Dentro de la tienda de té nos sentamos en una mesa en la esquina para poder apreciar todo el salón, incluyendo la cocina, y ubicar la chimenea. Pedimos un té de jengibre, para matar el tiempo y no levantar sospechas. En cuanto notamos que había un segundo piso, subimos discretamente mientras la chica que nos atendía no estaba.

La tienda de té no estaba muy llena, por lo que el segundo piso estaba vacío en cuanto a gente se tratara. Lo bueno fue que encontramos una chimenea. No era muy grande, pero si era lo suficiente como para que ambos cupiéramos.

Apagamos el fuego de la chimenea y Draco sacó los polvos para que los tomara mientras me miraba a los ojos.

—Sabes usarlos ¿cierto?— preguntó

—A la perfección.

—Estuve pensando... tal vez no deberíamos hacer parada en el callejón Diagón. Deberíamos ir directo a Borgin & Burkes...

—Pero no sabemos si hay chimeneas ahí, y tampoco podemos aparecernos en el callejón Knockturn... todos lo notarán y sospecharán.

—Fui unas cuantas veces con mi padre cuando era más pequeño. Recuerdo haber visto una chimenea.

—¿Estás seguro?

—Si.

—Entonces vamos. No hay que dudarlo, ni tardar— dije esto y Draco me dio un beso en los  labios para luego darme paso y dejarme entrar a la chimenea.

Él cuidaba que nadie viniera, mientras yo me metía a la chimenea. Articulé las palabras claramente y lancé los polvos flu al suelo. Salió la flama verde que luego me arrojó fuera de la chimenea de Borgin & Burkes. Me aseguré de que nadie viniera, y luego me limpié el polvo de la ropa mientras esperaba a Draco. Segundos después él salió de la chimenea.

Buscamos por toda la tienda hasta que lo encontramos. El collar de Ópalo, tan hermoso como su nombre, y tan horrible al mismo tiempo.
Tomamos la caja en la que estaba contenida el collar con cuidado y nos dirigimos a pagarla tratando de pasar lo más desapercibidos posible.

Draco pagó y corrimos a la chimenea. Nuevamente me dió un puño de polvos flu, articulé las palabras correctas dentro de la chimenea y esta me escupió de regreso a la tienda de té. Esperé unos segundos y Draco no venía. Pasó un minuto. Dos. Tres. Cuatro. Estaba preocupada. No sabía que hacer y no podía pedir ayuda o saldría a la luz todo.

A los cinco minutos, cuando estaba dispuesta a ir a pedir ayuda, Draco salió de ahí. Traía consigo otras cosas.

—¡Dios mío! ¡Casi me matas del susto!

—Lo siento, tuve que comprar esto también— señaló la bolsa.

—¿Qué es?

—Una mano de gloria. La quería desde que la vi de pequeño— dijo y giré los ojos —¿Qué? Nos puede servir de mucho—

—Cualquier cosa funciona—

Devolvimos las cosas a la bolsa y nos salimos de la tienda. Caminamos por Hogsmeade tratando de ser vistos por los profesores, para que nadie sospechara nada.

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