Gabriel se vuelve a su despacho y en cuanto se sienta en su silla... Belcebú lo deja inconsciente.
Chan chan chaaan.
Suspira, al fin y suelta un par de groserías para Asmodeo, refunfuñando porque lleva un buen rato aguantándose. De hecho se levanta y casi se cae porque este hombre es alto y se le olvida... y da un par de vueltas de un lado a otro moviendo los brazos mientras los flecos de la camisa revolotean a su alrededor
Tan... horrible camisa.
Puedes quitársela. Te lo agradeceremos TODOS. Probablemente él incluido.
El problema es que si se lo cambia va a darse cuenta de esto, así que no
Podrías ponérsela de nuevo antes de volverlo consciente.
Se le va a olvidar, pero es que todo mundo le mira con está camisa y el atuendo general.
Sí.
Así que para evitar que Uriel no le tome en serio... le viste como siempre. Con un chasquido. Peinándole un poquito más engominado que de costumbre.
Oh... sin sobrero de cowboy. Vaya.
Sí, sin nada raro. Lo que también hace... es sentarse en su escritorio y escribirle una nota en papel del infierno que aparece con un chasquido, sonrojándose un montón al escribirla y firmando desde luego como Belcebú. Dentro de sobre negro, con su nombre, la pone en su escritorio... por ahí, encima de todo para que la vea pronto... desea pensar.
Uuuuh mensajitos de amor.
Sí. Ugh.
Bueno, ehm... después de esto que ella va a negar para siempre, ehm... ahí va al despacho de Miguel.
Ya, sí... una vez que llega piensa que... vale, sí, esto es de Miguel, cierto, que esta chica no es Miguel. No sabe dónde está el despacho de la maldita Uriel, rompedora de corazones.
Pues...
Ahí se va a buscarla despacho por despacho, no tarda demasiado, su hermanita Uriel está dos pasos más allá.
Y ahí está ella, un poco enclaustrada, nada más lo ve en la puerta niega con la cabeza.
Belcebú abre la puerta y mete la cabeza como le ha visto hacer con Miguel.
—No. No, Gabriel, no.
—¿No qué?
—No sé, lo que sea que quieras que haga.
—Ehh... ¿por?
—¿Qué es lo que quieres?
—Necesito que te encargues de Asmodeo.
—Exacto. Eso es lo que no pienso hacer. Tú le has traído aquí y tú quieres casarte con él, así que ocúpate tú mismo —aprieta los ojos.
—Ehm... de hecho, él... quiere casarse contigo —Ay, tan bestia como siempre.
—¿Disculpa?
—Bueno, no, no quiere casarse contigo, pero... le gustas. Más que yo. No ha dejado de hablar de ti... así que... este es el plan de Dios —se le acerca.
—Gabriel... —frunce el ceño—. Para eso le has traído, ¿verdad? Es una emboscada. En realidad no tenías ninguna intención de dejar a Belcebú ni por un segundo.
—No. No... creí que quería algo con él porque algo pasó con... Bú. No, no... no —aprieta los ojos—. ¡Yo no sería capaz de eso!
—Bú —repite, cruzada de brazos
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Sin City
Humor-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco nos extralimitemos -responde Crowley levantando las manos hacia él-. No estamos como para exigirnos más de lo que somos capaces.