—Pero ¿Belcebú no le poseyó intentando hacerse con el control del cielo hace un par de días? —pregunta Remiel, que siente que últimamente están pasando demasiadas cosas que no acaba de entender.
—Es el mejor disfraz que hay.
—Raguel, ¿estoy entendiendo bien? ¿Tú hablas con conocimiento de causa? —pregunta Miguel.
—¿Cómo sabemos que Aamón no es el que te está influenciando ahora para esto? —pregunta Uriel.
—¿Exactamente para que querría Aamón que Gabriel bajara al infierno poseyendo a Belcebú? —pregunta Raguel mirando a Uriel.
—Tal vez quieran atacarle una vez esté ahí, esto es súper peligroso —interviene Remiel preocupado.
—Pareciera que no les conocen —Raguel hace los ojos en blanco.
—¿Crees que no?
—Son incapaces de organizarse entre ellos para hacer cualquier cosa —sigue.
—Bueno, entonces ¿cómo funciona esto de la posesión angelical? —pregunta Gabriel volviendo a acomodar a Belcebú sobre su pecho.
—Uno no puede... salir solo de su cuerpo.
—Mmmm... No estoy seguro que ella pueda hacer esto ahora mismo —valora—. Ni tampoco estoy seguro de querer que lo haga en cualquier otro.
—Bueno, ¿cuál es tú sugerencia? —pregunta Gabriel.
—Yo creo que todo esto es una mala idea... —sigue Uriel.
—Disfrazarnos parece más seguro —asiente Gabriel.
—¿Y si te descubren? —le mira Uriel.
—Los demonios nos HUELEN. No vas a poder ir disfrazado, Gabriel —añade Raguel.
—Pero es que... ella... Y alguien tiene que bajar en el lugar de Leviatán, que no está ni consciente. Además, yo estuve en Halloween y nadie nos descubrió.
—Yo creo que de cualquier forma es MUY peligroso bajar así y no lo apruebo —determina Miguel cruzándose de brazos.
—Destruir el statu quo es aún peor. Y voy a necesitar protección ahí abajo, así que vas a bajar conmigo —sentencia Gabriel para ella.
—¿¡Yo?!
—¿Alguien prefiere ofrecerse voluntario? —mura a Azrael.
—¿Para... Ugh, bajar?
—Sí.
—No, no... vale, te acompaño yo —Miguel aprieta los ojos.
—¿Pero, qué vais a hacer? ¿Llevaros a Belcebú como una mochila? —pregunta Uriel.
Raguel se encoge de hombros porque aún cree que no es buena idea.
–Quizás no debiéramos llevarla —Miguel la mira.
—Entonces alguien debería hacer lo que estoy haciendo yo —sentencia Gabriel.
—¿Protestar rodó el rato y entregar el correo? —pregunta Azrael.
—Ja. Ja. Ja.
—Bastante ocupado voy a estar yo encargándome del demonio atontado —Azrael de sonroja.
—Pues vas a encargarte de los dos. De él y de ella.
Belcebú se le abraza del cuello a Gabriel con más fuerza con eso.
—Ya lo sé, pero no puedo llevarte abajo —le acaricia la espalda a Belcebú—. O va a tener que bajar alguien más.
—¿Alguien más cómo quién? —pregunta Miguel.
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Sin City
Humor-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco nos extralimitemos -responde Crowley levantando las manos hacia él-. No estamos como para exigirnos más de lo que somos capaces.