Nada más salir de ahí, le llama por teléfono y es que él está paseando como león enjaulado junto al teléfono en la librería, esperando que le llames.
—Hello?! —contesta histérico.
—Heeeey, cutie! —tan contento que está.
—¿Crowley? —pregunta pensando... si le habrán drogado o algo, porque suena muy contento.
—¿Dónde estás? Tengo BUENÍSIMAS noticias. Ven, vamos, te invito a comer en algún sitio. Dónde tú quieras.
—What? No me puedes... ¿estás bien?
—Sí que puedo. ¡SÍ QUE PUEDO! De hecho, no solo puedo. ¡DEBO! —exclama haciendo gestos mientras anda por la calle con el teléfono al oído.
—¿De qué hablas, my dear ¿Debes qué? ¿Estás bien? ¿Seguro?
—¡Claro que sí!
—¿Pero qué te han dicho que estás tan contento?
—¡Ven y te lo contaré!
—No puedo ir, my darling. No pueden vernos juntos.
—¡Te aseguro que sí! Vamos, vamos al Ritz. Vengo por ti en diez minutos —salta dentro del coche.
—Pero no, Crowley...
—Angeeel —protesta de vuelta.
Es que claro que Aziraphale quiere que vayas e ir al Ritz. ¡Lo quiere mucho!
Pueeeees
—Dear, por más que quiera... ¿por qué no hacemos algo un bastante menos obvio y mucho más discreto? No sé... vernos en un punto secreto.
Crowley vacila unos instantes y se acuerda de que... bueno, las buenas noticias son maldita sea unilaterales.
—Vale... vale. Vale.
—Y de hecho... no sé si... no sé si sea lo mejor. Van a seguirme, estoy seguro...
—Veámonos en el metro.
—En el... metro —repite.
—¿En alguna estación? O... no sé, tú eres el de las locaciones, dear.
—Vale, no importa. Donde tú quieras.
—En media hora... en Oxford circus.
—Vale... vale. Media hora. Perfecto.
—Me alegra que tú tengas buenas noticias —asegura sinceramente—. Estaba preocupado
—¡Date prisa!
—Sí, sí. Sí. ¡Ahí voy! —asiente contagiándose de la emoción. Crowley le cuelga porque le ha llamado al tonto teléfono fijo de ruedecita.
Ay, maldito tonto teléfono de ruedecita.
¡Pues si usara el estúpido móvil!
La verdad es que solo por que ibas a ir al infierno lo encontró y cargó.
Aziraphale es que se tarda como aproximadamente diez segundos en cerrar la tienda y eso incluye echar a uno de los clientes.
Y de nuevo. Crowley, va a llegar tarde porque prefiere los autobuses. De hecho, lo que prefiere es los coches, pero bueno
Ugh. Aziraphale va a llegar antes, desde luego y va a estar sentado en una de las bancas, todo derechito, esperándole impaciente.
Crowley aparece como un cuarto de hora más tarde, corriendo y con una bolsa de papel. Esquivando a la gente.
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Sin City
Humor-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco nos extralimitemos -responde Crowley levantando las manos hacia él-. No estamos como para exigirnos más de lo que somos capaces.