Untitled Part 101

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Todo el mundo da un paso atrás y a ver ahora quien es Braginksy... esperemos que sea Gabriel.

De hecho, todo el mundo reza para no ser Braginsky, tal vez incluso algunos miran su número de la rifa a ver si por casualidad, o les preguntan a sus compañeros "yo no me llamo así, verdad?"

De hecho, si había algún Braginsky, ahora ha pasado a llamarse Bansky, ese demonio de la capucha le ha dicho que el nombre estaba disponible porque su jefe es IMBÉCIL.

En efecto... Aziraphale, ojos en blanco.

Finalmente Braginsky da un paso al frente. Belcebú le mira y frunce el ceño.

—¿¡TÚ otra vez?!

Aziraphale querría matar a Gabriel, la verdad. MATARLO.

—¿Me ha llamado, my lord? —se guarda el teléfono en el bolsillo.

Belcebú se levanta, frunciendo más el ceño porque hace rato se le ha escapado.

—Braginsky... ¿de dónde has salido?

—Estaba ahí —señala—. No estaba prestando mucha atención, pero no estoy muy preocupado porque usted tampoco.

Y el asunto con este demonio, que le pone los pelos de punta, es que no parece tenerle el más mínimo temor lo cual es... anormal en comparación con los demás. Incluso aquellos que suelen intentar matarla o que pretenden de alguna manera derrocarla, suelen tener de alguna manera cierto respeto y temor por ella, pero este, parece tan fresco... que le dan ganas de darle una bonita lección. Cosa que pretendía hacer con la silla y que hubiera hecho de no ser por culpa del idiota de Gabriel.

—Te sientes muy pagado de ti mismo, ¿verdad? Parándote aquí a tus anchas, a decirme exactamente lo que te pasa por la cabeza.

—Un poco, la verdad —admite—. Lo siento, no quería perderle el respeto delante de todo el mundo.

—Vaya, seguramente todos los demás demonios te envidian y SEGURAMENTE alguno más pensará que hacer esto no es una mala idea... —se le acerca, mirándole con bastante fiereza, levantando la mano y tomándole de la corbata del uniforme

—Desde luego, puedo asegurarles a todos que lo es —levanta las manos.

Tira de la corbata con plena intención de hacer que se arrodille. Le sigue el movimiento, aunque de rodillas sigue siendo igual de alto que ella más o menos.

Sí, sí, vale Gabriel.

Pues lo es.

—Me parece a mí que eres de ese tipo al que le gusta montar espectáculos... ¿qué tal que te dejamos colgado de los pies?

—Agradecería que no.

—¿Qué es lo que quieres con Gabriel? —pregunta mucho más bajito, mirándole a los ojos fijamente.

Él se humedece los labios sosteniéndole la mirada fijamente y sonríe un poco de lado. Ella frunce más el ceño y le sacude un poco

—Nada, me parece que todos hemos entendido su sentimiento de posesión.

—Ningún. Sentimiento. De. Posesión

Vuelve a levantar las manos y a sonreír en señal de inocencia.

Tenemos una duda. Gabriel suelta amor como fuente y ahora que está cerca de Belcebú... ¿ella debería de... algo?

—Con que sonríes, eh...?—zumba.

Sí, un poco. Aunque es un poco residual, no a propósito.

—Vas ha aprender que con Belcebú y con las cosas de Belcebú uno no se mete.

Sin CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora