—Tendríamos que devolverle el libro, Angel —asegura Crowley un poco desinteresadamente.
—Igual y ni siquiera sabe que está perdido —Azirapahle hace un mohín.
—¿Y dónde crees que ha apuntado los diecisiete pastelitos que te has zampado en la merienda? ¿En un post-it?
—¡No me comí diecisiete pastelitos! —protesta... y se sonroja. Seguro se comió dieciséis.
—Los he contado.
—Pues quizás no esté anotando mis pastelitos ya, debe estar lo bastante ocupado con Aamón para estar haciendo esto...
—Pero una cosa no quitaba la otra, ¿no? Por lo que leímos, todo el tiempo que estuvo con Aamón estuvo apuntando como todo el mundo tenía pensamientos impuros de todo tipo menos tú, que solo pensabas en putas ostras.
Aziraphale se ríe con eso un poco, sin poder evitarlo.
¡No te rías que era pasivo agresivo!
Igualmente le hace gracia.
—Pero es que... es un incunable y no sabe que lo tengo... Sería la pieza más valiosa de mi colección
—¿Y qué vas a hacer? ¿Esperar a que te pregunte A TI DIRECTAMENTE?
—Pero aún no acabo de leerlo TODO... —le hace un cariñito en la nuca. Ya, claro, como has estado de sibarita en general, resulta que no te ha dado tiempo de leerlo entero.
—Pues... Mira, a mí me da igual, pero cuando se entere que lo tienes tú y que no lo has devuelto... los pastelitos y las ostras parecerán pequeñas travesuras en comparación a esto. Como si no los conociéramos.
—Vale, vale... ugh... vale. No. Debí habérselo devuelto ya... pero quisiera acabar de leerlo —Aziraphale aprieta los ojos.
—Haz. Una. Bloody. Copia.
—Hmmm... ¿Crees que se pueda copiar con un milagro? —pregunta... mirándolo de reojo.
Crowley lo hace. Aziraphale sonríe, porque así el pecadillo es suyo.
—Gracias, my darling...ohhh... ¡lo has hecho incluso más bonito!
Ojos en blanco porque ya sabíamos que lo que quería era que lo hiciera él.
—Deberían de darnos una recompensa por tenerlo... —se le echa un poco encima y le da un besito en la mejilla
—Sí, sí, ñañaña. ¿Cómo qué?
—Inmunidad diplomática.
—Se la has pedido a tanta gente en vano que creo que a estas alturas nadie más que tú sabe qué significa eso.
Aziraphale le sonríe... y se estira por otro pastelito.
—Buff... es un buen punto. Quizás podría yo preguntarle a Raguel cuál era tu nombre de ángel...
—No se va a acordar —traga saliva.
—No pierdo nada... me parece un buen trato.
—No se va a acordar porque ni me acuerdo yo.
—Lo de que no te acuerdes tú me parece que se explica más.
—¿Por?
—Porque caíste, es lógico que no se acuerden de lo que ocurría en el cielo.
—Ni ganas.
—Eso sería lo peor de caer... no acordarme de ti.
—Si te acordarías.
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Sin City
Humor-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco nos extralimitemos -responde Crowley levantando las manos hacia él-. No estamos como para exigirnos más de lo que somos capaces.