Untitled Part 30

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Aziraphale me ruega volver... Debe estar caminando de vuelta.

Pues se va a llevar otro saco pestilente a la cabeza. Parece que fue un saldo. O tal vez formaba parte del equipo que te entregan el primer día de trabajo. Aquí está la tarjeta de la puerta, aquí las normas de la empresa y aquí este saco negro pestilente. Ah, y un bolígrafo de merchandaising que dice recursos humanos que propicia el buen ambiente de trabajo y todo lo demás. ¡Bienvenido al infierno!

What?! El maldito infierno en la tierra.

Pues... sí pero... saco negro. Le toma de la cintura y lo levanta sobre el hombro.

Oh, come on!

—Shhhh!

—¡Dos veces en una semana es inaudito! —protesta vigorosamente sin pelear.

Lo deja caer dentro del coche. Espera, espera, espera... Porque estos huesos...y ese "shhhh"

—No te quites el saco, angel... Colabora —susurra una voz masculina otra vez, intentando empujarle dentro.

—Ohh... Ugh. Me llevan! Aaaaaah! Qué horror! —grita un poco, pero sigue sin patalear ni nada.

Crowley le mira de reojo parando un instante porque... uno pensaría que se le daría mejor lo del espectáculo pero... ugh. Vale, da igual. No hay tiempo para estar protestando. Cierra la puerta y pone en marcha el coche.

—Ay de mi!

Pone los ojos en blanco pero conduce sin saber del todo a donde ir.

—E-Esto es inesperado...

—Hay dos ángeles en tu librería. Los que estaban ahí cuando iban a quemarte, los he reconocido y casi me exorcizan. ¿Alguna idea de a dónde ir?

—E-En... oh, ¡venga ya! ¿¡Qué hacen ahí?! —protesta—. Vamos a...

—No entres en pánico, pero por lo que llegué a ver, desordenar tus libros.

—¿¡Pero qué buscan!? ¿¡Qué quieren?! ¡No puede uno pasar últimamente veinticuatro horas en tranquilidad!

—Ah, no, sí, claro. Eso fue lo primero que pasó, nada más entré me saludaron con una taza de té y me ofrecieron amablemente contarme sus planes pero yo no tuve más remedio que declinar con un, "venga, chicos, no vamos a fingir ahora que somos civilizados."... Ya sabes... por el drama y la líbrica.

—Mis libros... —lloriquea—. ¿Que querrán? En verdad que un ángel no puede sobrevivir si todo mundo está intentando matarle de un susto todos los días.

—A lo mejor los podemos sacar de ahí milagrosamente pero va a ser un poco raro.

Aziraphale se cubre el saco con las manos y Crowley le mira de reojo sin dejar de conducir.

—Tal vez no todos pero... algunos

—Pero... en serio, ¿buscaban algo?

—No tengo ni idea... ah. Y la han consagrado. Ahora tu bloody librería es terreno sacro.

—¿¡Queeeeé?! —se levanta un poco el saco de la cabeza para mirarle—. ¡No! Eso no se quita.

—Bueno, si la destruimos...

Aziraphale lloriquea.

—A lo mejor la podemos maldecir también y entonces no poder entrar ninguno de los dos —bromea.

—Genial —protesta sarcásticamente.

—¡No es que estés tú proponiendo ideas tampoco!

—¡No estoy diciendo que esto sea tu culpa!

Sin CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora