Ahí va Liliel a abrir la puerta. Es... una especie de Leviatán. Liliel inclina la cabeza.
—¿M-Miguel?
Asiente con la cabeza.
—¿Qué tal he quedado? Por Dios, esto es complicado.
—Te ves... rara, no pareces... ¿qué tienes que parecer?
—El demonio que tenemos ahí dentro —Leviatán señala adentro—. ¿No me le parezco?
—Ehm... no.
—Ugh... a ver, deja entro y le veo a ver si así sale mejor. Con Belcebú no tuve tantos problemas.
Liliel la deja pasar.
El engendro Miguel!Leviatán entra y... levanta las cejas al ver a Gabriel gritando y pateando aún sobre una camilla.
—Miguel! —Remiel y Belcebú levanta las cejas.
—Ugh... se supone que no deberían reconocerme. ¿Qué hace Gabriel acostado ahí?
—Pues no sabemos qué está pasando ni quién es quién... —explica Sariel preocupada—. Todo esto es un desastre.
—Ugh! Remiel, ¡No sabes lo que duele esto! —protesta Belcebú—. Yo soy Gabriel, él es Belcebú.
—Ella le ha puesto esas cadenas a Gabriel, ... míralas bien —pide Sariel a Miguel, que se acerca a mirar a Gabriel aún más...
—Esto... está forjado en la fragua del infierno... —nota Miguel casi de inmediato.
—Claro que no, son cadenas de hierro como estas —mete el dedo por ellas y estira el cuello de la camisa que lleva porque así, si no le tocan la piel le duelen menos y luego se lleva las manos al estómago, que le ruge.
—Es que... ha sido más largo, primero Gabriel encadenó a Belcebú, luego le quitó las cadenas, luego Belcebú le puso estas cadenas encima a Gabriel y Remiel terminó encadenando también a Belcebú porque ¡es imposible saber quién es quién! —insiste Sariel.
—¡Yo soy Gabriel! —protesta Belcebú
—Demuéstralo —responde Miguel, frunciendo el ceño.
—No sé cómo —se rasca el pecho.
—Dinos algo que solo sepa Gabriel y no sepa Belcebú...
Se rasca la cabeza y los brazos porque todo le pica y le irrita y le gruñe el estómago.
—Vamos con... vamos con todos —se gira a mirar a Liliel y a los querubines—. No noto que le estéis dando amor. Empezad ya, esto no es porque sí.
Los querubines pegan un saltito porque... en efecto, vale, que no estaban haciendo nada aún.
—Hum... Miguel ¿no crees que fuera más seguro que Belcebú se quedara aquí hasta que haya que bajar? —pregunta Sariel.
—Belcebú se quedará aquí —insiste Belcebú—. Le he puesto unos guantes para que esto sea seguro.
—Que tal... si vamos a por Raguel, él sabía esto, tal vez sepa si sí es Gabriel o no —propone Remiel.
—Sí, me parece bien. Si eres Gabriel, Belcebú, estarás de acuerdo en que no confiemos en ti.
—Pero si sí soy yo, tenéis que tener fe.
—Ya, pero también cuidado...
—Yo necesito disfrazarme mejor —asegura Miguel, girándose a mirar a Leviatán con atención y empezando a chasquear los dedos.
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Sin City
Humor-Lo sé, ¡¡Por el amor de Dios!! Pero no podemos hacer tonterías -protesta Aziraphale, preocupado. -Tampoco nos extralimitemos -responde Crowley levantando las manos hacia él-. No estamos como para exigirnos más de lo que somos capaces.