Untitled Part 47

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Varios besitos cortos en la zona que ya ha aprendido que le gusta. Ella arquea la espalda y se estira, moviendo las piernas... enrollándosele más y sigue haciendo soniditos volviendo a decirle que le quiere.

Es que los ojitos de amor que le pone él de vuelta, aunque está empezando a dejarle sin aire...pero ¿quién necesita aire?

Sí, la parte buena es que no necesitan respirar.

Menos mal y es que es muy lindo que le diga que le quiere, por Dios santísimo. Aziraphale ha decidido instalarse en esta zona del cuello de Crowley.

Y le vas a hacer un chupetón del tamaño de Irlanda.

Sí, pero ya se lo curará con un milagrito. Pero es que está convencido de que podría vivir aquí en su cuello unos cuantos años.

Ella le pasa las manos por la espalda y en un chasqueo de dedos están los dos desnudos.

Cejas levantadas de Aziraphale que nunca se espera estos chasquidos.

—Ohh... hello...

Hello —Sonríe porque el tacto suave y calentito de su piel...

Aziraphale se separa un poco de su cuello, sonriendo del todo. Porque esto, más que ser súper excitante y sexual, tiene más una connotación afectiva que al ángel le encanta.

Sí, vale, vale. A tu demonio no se le da bien lo sexual. Shame on us. ¿Podemos pasar un poco por encima de esto?

No.

Ugh.

Para eso te quiere mandar Belcebú a un experto.

—Me gusta tu cuello.

—A mí me gusta lo que me haces.

Pues no lo necesita, mira, el ángel parece encantado.

Está completamente encantado.

—Me pregunto si te gusta eso más con alguna otra parte del cuerpo.

—¿Cómo cuál?

—No lo sé... —le pasa una mano por el abdomen—. Pensaba averiguarlo.

—¿Y qué hay de ti?

—¿De mí? —la mira sin entender a qué se refiere.

—¿Qué te gusta a ti?

—Oírte.

—No, hombre —se ríe, él parpadea—. Si te beso o te acaricio.

Se humedece los labios. La verdad, Aziraphale siempre estaba muy seguro de las cosas que le gustaban y las que no le gustaban. Y exactamente cómo le gustaban. Pero estando así con Crowley sentía que le gustaba todo.

—Me gusta cuando... haces... e-es igual —se mueve para besarle el hueso del esternón.

—Sí, ya, eso es obvio.

—¿Qué tiene de obvio?

—Pues que te gusta cuando hago...

—¡No me refería a eso! —un poco sí, no seas mentiroso que eres un ángel

—Uy, que no —risas.

Vale, los besos aquí no parecen funcionar para que te calles. Se mueve unos centímetros... por cierto, tiene pechos, ¿verdad?

Sí. Parece que no, pero un poquito sí.

Eso imaginábamos, que si los tenía no serían muy prominentes. Igualmente los evita, porque esto es un poco... bueno, lo que quiere es sus ruidosos bonitos. Va a besarle debajo de los pechos.

Sin CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora