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Y yo les gritaba y gritaba que no aún seguía vivo, pero ellos, tan amables, insistieron en enterrarme de todos modos.

Ahora mismo oigo como echan tierra sobre mi ataúd; hacen como que lloran a moco tendido lamentando mi prematura partida de este mundo, pero yo sé que ríen por lo bajo.

— ¡Qué Dios lo tenga ahora en su Santa Gloria! —exclaman, apenas siendo capaces de contener las carcajadas.

Mini-Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora