El barril de ron

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(Cuento inspirado en una leyenda urbana)

Esto sucedió a finales de los años sesenta...Tal vez a principios de los setenta, para el caso es lo mismo.

Ellos eran una familia americana típica: Llamémosles los Hill, simplemente.

El caso es que, la familia Hill recibió durante las vacaciones de invierno una increíble sorpresa: El tío Mike, tío por parte de madre del señor Hill acababa de fallecer, y por ser ellos los únicos parientes con vida que todavía le quedaban al anciano, pasaban a ser herederos de su cuantiosa fortuna, así como también de sus numerosas propiedades, entre las cuales estaba incluida una preciosa casa de campo estilo georgiano, construida en el mismo terreno donde en otro tiempo estuvo la granja del viejo tío Mike.

Todo aquello era como un sueño hecho realidad, y hasta resultaba casi imposible creer semejante buena suerte.

Harold Seeley, mayordomo del tío Mike, fue la persona encargada de comunicarle la noticia del fallecimiento a la familia Hill, habiéndose dedicado de forma casi exclusiva al cuidado del anciano a lo largo de los últimos quince años.

—Cómo su última voluntad, el señor Michael pidió la cremación de sus restos corporales... —les dijo aquel sujeto, entregándole una pequeña urna de cerámica a los nuevos ricos—. Dentro de esta  urna se encuentran sus cenizas...

Seeley no tardó en desaparecer de escena poco tiempo después de la lectura oficial del testamento, donde solamente se le concedía una módica suma de dinero como pago por todos sus años de servicio.

El señor Hill pudo notar claramente cómo es que aquel hombres les dirigía una mirada de desprecio momentos antes de su partida.

—Se esforzaba por sonreír y mantener un gesto digno, pero el odio se le notaba en los ojos...—le comentaría el señor Hill a su mujer durante la cena de aquella noche.

— ¡Pobre diablo! —Le respondería su esposa, sin darle mayor importancia al asunto—. De seguro que ha de estar decepcionado con el pobre resultado de sus intentos por ganarse el corazón del viejo tío Mike...

—Entonces... ¿No crees que ese sujeto le haya tenido la menor estima al finado?

— ¡Para nada! La gente de su clase nunca les tiene un verdadero aprecio a sus patrones. Por un lado les halagan, pero apenas les das la espalda, ya están planeando cómo acarrearte la ruina... ¡Jamás puede uno tenerle confianza a la servidumbre!

—Por lo que parece, el viejo tío Mike llegó a confiarle la vida a ese sujeto...

—Y ahora que se murió, ya ves cómo se comporta ese tipo... ¡Como las ratas, cuando el barco se hunde!

— ¡La verdad es que me alegra que se haya ido! No creo que me habría podido sentir tranquilo, teniéndolo por aquí...

Así pensaban los Hill, sin siquiera molestarse en leer su carta de renuncia que había sido dejada dentro de un sobre en uno de los libreros de la inmensa biblioteca del tío Mike.

Durante los días siguientes, la familia Hill se dedicó a explorar los diferentes de su nueva casa, descubriendo una bodega subterránea repleta de barriles, un viejo recuerdo de la época en la cual el tío Mike todavía era un granjero que se dedicaba a la preparación de vinos y otras bebidas alcohólicas.

Ahora, sin embargo, casi todos esos barriles se encontraban completamente vacíos.

Todos, excepto un enorme barril, el cual no tardaron en comprobar que se hallaba lleno del más exquisito ron que hubiesen probado en su vida.

Durante varias semanas, aquella prodigiosa bebida acompañó cada una de las comidas de la familia Hill, desde las numerosas reuniones sociales hechas en celebración de su nuevo status social, hasta como el trivial acompañamiento de un bocadillo tomado durante la madrugada.

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