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Durante los últimos meses, he sido testigo de un fenómeno inexplicable: Cada vez que me observaba en un espejo, noté como mi reflejo parecía ir envejeciendo rápidamente, mientras que yo permanecía sin cambio alguno.

En una situación de lo más extraña y singular, y al parecer yo era el único capaz de notarla, llegando más de uno de mis amigos y parientes a afirmar que estaba imaginándome cosas.

Fue así como eventualmente mi reflejo fue convirtiéndose en el de una persona mayor, de rostro arrugado y blanca cabellera, cuyo gesto iba volviéndose más y más enfermizo, hasta adquirir el tenebroso de quien está al borde de la muerte.

Finalmente, durante una madrugada descubrí que mi reflejo había quedado convertido en un cadáver putrefacto, en cuyas cuencas vacías anidaban larvas de mosca, y cuya mandíbula espantosamente desencajada parecía estar a punto de desprenderse en cualquier momento.

Lo más terrible sin embargo, fue que tan espantosa visión no tardó en dirigirse a mí, formulando claramente las siguientes palabras:

"La muerte no es el final. No creas que vas a descansar en paz."

Acto seguido, ese cadáver repugnante empezó a arder en llamas, y el espejo de mi baño se tornó completamente negro, como la más oscura de las noches.

Acerqué la punta de mis dedos hacia la superficie de aquel cristal, todavía sin salir de mi estupefacción. Pero en cuanto mis dedos tocaron ese frío espejo maldito, dos infernales resplandores de color escarlata se encendieron en medio de la oscuridad, siendo su maldita mirada un recuerdo que ojala pudiese extirpar de mi memoria sin dejar rastro alguno, a fin de recobrar algo de tranquilidad para mi espíritu aterrorizado.

Yo rompí el espejo de inmediato, seguro de aquellos ojos terribles no podrían ser más que una visión demoníaca. Y al romperse, el reflejo que me devolvieron los fragmentos de aquel cristal destrozado parecía exhibir la más absoluta normalidad, más ni aún por eso conseguí recuperar la calma, sintiéndome incapaz de abandonar mi departamento por el lapso de varios días seguidos.

Desde entonces no he querido volver a tener ninguna clase de espejo en mi casa, produciéndome todavía una terrible inquietud atreverme a mirar mi reflejo en cualquier clase de superficie, por temor a aquel infernal fenómeno vuelva a repetirse.

Yo sé lo que vi. Poco importa si me consideran un demente paranoico.

Ahora sé que la muerte no es el fin, pero ojala lo fuera.

Temo envejecer. Temo morir. Y de todas formas, sigo envejeciendo poco a poco cada día, acercándome un poco más al umbral de la otra vida, donde esos ojos terribles siguen esperando por mí. Y en cuanto los tenga nuevamente frente a mí, fijando su abyecta mirada sobre lo que quedé de mí persona luego de la transición hacia el más allá, sé que no habrá ningún escape posible. Ni para mí ni para nadie... No creas que vas a descansar en paz...

Mini-Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora