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Uno de los dedos  de la pata del mono se curvó hacia atrás de forma siniestra, en señal de que el deseo que acababa de ser formulado mentalmente estaba a punto de cumplirse.

— ¿Qué fue lo que deseaste, querido? —preguntó entonces la mujer a su esposo, justo antes de empezar a toser sangre en abundancia, hasta finalmente caer muerta a los pies de su marido, quien sonrió maliciosamente al ver cumplida su petición secreta.

Y sin embargo, no le duraría demasiado tiempo la satisfacción: Aquel mal que acabó de forma instantánea con la existencia de su cónyuge no tardó en afectarle también a él, tratándose de un nuevo tipo de enfermedad, sumamente contagiosa y cuyo efecto era tan mortalmente veloz que aquel hombre ni siquiera tuvo el tiempo suficiente como para pedirle a la dichosa pata de mono el deseo que habría podido salvar su vida.

Daba igual: De cualquier forma cualquier cosa pedida a tan maléfico artilugio habría terminado eliminándole, tal como lo hizo con todos sus dueños anteriores...Pronto, de seguro, se cobraría alguna nueva víctima.

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