De madrugada soñé con un mundo extraño y diferente: Era una tierra caótica y al parecer devastada por alguna clase guerra acontecida durante un pasado distante.
Las personas eran semejantes a gigantescas urracas que sin embargo conservaban aún sus rostros humanos, enfrascándose en toda clase de actividades extrañas, las cuales no tenían sentido alguno para mí, repletando sus nidos con numerosos fragmentos vidrio y metal, los cuales al ser apilados en cantidad descomunal amenazaban incluso con hacer caer sus hogares a tierra.
Las urracas de rostro humano graznaban sin cesar en mi sueño: Sus graznidos conformaban un estruendo horroroso, más temible que el sonido de la tempestad... Y sin embargo, todo habría de quedar en silencio al cabo de unos brevísimos instantes, puesto que un violento terremoto sacudió por completo toda aquella realidad.
Grandes grietas surcaron los suelos, y una espesa columna de humo negro brotó de las mismas, devorando a todas y cada una de las urracas que intentaban huir volando de la destrucción, hasta que finalmente me quedé completamente solo en medio de un inmenso paraje desolado.
Caminé un buen trecho hasta la llegada del anochecer, convencido de que debían quedar otros sobrevivientes en el mundo, y estaba dispuesto a convivir nuevamente con cualquier clase de criatura antes que resignarme a morir rodeado por la nada y el silencio.
Así fue como descubrí una única casa en pie en medio de aquellas tierras baldías. Un viejo caserón cubierto de polvo y ceniza, en cuya entrada una mujer aguardaba silenciosamente, observándome con expresión taciturna y desconfiada, como si creyese que tenía un espejismo frente a sí.
No se trataba de una urraca con rostro humano. Ella era una persona como yo, y esa mera cualidad bastó para reanimar mi esperanza.
Caminé hasta la mansión, extendiendo mis brazos en señal de saludo. La mujer corrió hacia mí, abrazándome entre sollozos. Yo le devolví el abrazo, y en cuanto ella recobró la calma, me condujo al interior de su morada, hasta una de las habitaciones de la planta superior.
Aquel parecía ser el dormitorio de un niño pequeño, repleto de juguetes. En una cuna pintada de blanco se encontraba un bebe envuelto en un manto rojo: Yo no podía ver claramente su rostro, pero desde el umbral de la puerta de la habitación podía escuchar su llanto desconsolado.
—No puede dormir... —me explicó la mujer. El tono de su voz era el del más absoluto desconsuelo—. No importa lo que haga, él no puede dormir.
Ella mecía la cuna y se esforzaba en arrullar a su bebé musitando alguna canción de cuna, pero sus esfuerzos resultaban inútiles para calmar a la criatura. Yo decidí prestarle mi apoyo, empezando a mecer la cuna y uniendo mi voz a la canción de cuna que ella estaba entonando, acción que pareció brindarle algo de sosiego al infante, que no tardó en quedarse dormido.
La mujer también pareció aliviada, y me pidió entonces que nunca me fuera, que por favor nunca los dejase solos...Pero antes de que yo pudiese responderle, escuché claramente como alguien gritaba mi nombre fuera del caserón, pidiéndome que saliese lo antes posible,
Yo quería ver de quién se trataba, pero la mujer no me lo permitía, reteniéndome en el lugar, aferrándose con una fuerza inesperada de mi brazo. Y mientras más intentaba apartarme, más intensa era la resistencia que ella me ofrecía.
— ¡No te vas a ir! ¡No nos vas a dejar solos a mí y a mi hijo! —me repetía una y otra vez, primero de forma suplicante, y luego enardecida conforme pasaban los segundos.
— ¡No nos dejarás! — gritó la mujer, cambiando al instante su rostro, adquiriendo un gesto tan atroz y aborrecible, que yo no pude sino despertar al instante.
Un gran alivio me invadió al verme de vuelta en la presente realidad, seguro de que no tardaría mucho en olvidar aquella pesadilla. Y sin embargo, hay veces en las que un extraño remordimiento me invade, produciéndome la culpa de quien abandona una historia contada a medias, sin que haya esperanza alguna de que esta pueda ser retomada algún día.
¡Cuántas vidas habré llevado en tantos sueños pasados, cuantas historias han de quedar sin poder ser contadas, olvidadas antes de nacer incluso!
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Mini-Historias de Terror
HorrorPorque no hacen falta muchas palabras para producir el más hondo de los escalofríos... He aquí una colección de breves, brevísimos relatos de terror y misterio...