Intrusos

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"Papá. Despierta, papá."

Abro los ojos y descubro a mi pequeño hijo Matthew parado en la entrada de mi dormitorio, sosteniendo en la mano derecha a su oso de peluche azulado.

"¿Qué sucede, Matthew?" preguntó, todavía sin despertarme del todo.

"Tuve una pesadilla, papá. No puedo dormirme de nuevo..." me dice él, acercándose hasta mi lecho.

"Las pesadillas son sólo eso, hijo. No son reales..." le explico entre bostezos, pero él se rehúsa a escuchar lo que le digo.

"No me puedo dormir. Las pesadillas comenzarán de nuevo," insiste él.

Yo no sé qué responderle.

"¿Te quedarás allí toda la noche?" le pregunto, y él asiente con la cabeza.

"No hagas eso..." le digo yo. "Mejor échate aquí en la cama y trata de dormir un poco..."

"No me dormiré," afirma él, con pleno convencimiento.

"Si tú lo dices..." le respondo, tratando de conciliar el sueño nuevamente.

En cuanto él se echa en la cama, yo me quedo dormido, y empiezo a soñar: Mi sueño es una horrible pesadilla en la que mi hijo es desollado vivo en mi presencia por figuras sin piel y sin ojos, que lo convierten en uno más de ellos.

"¡Papá! ¡Papá, las pesadillas están comenzando de nuevo! ¡Despierta por favor, papá!" me suplica con desesperación el pequeñuelo mientras es desollado vivo.

Y yo despierto sobresaltado, sudando frío. Ya ha amanecido, pero mi hijo no se encuentra en la cama.

Lo busco, lo busco con desesperación por cada uno de los rincones de la casa, hasta que finalmente soy capaz de dar con él en el sótano de la vieja casa en la que nos hemos mudado hace un par de meses, desde la muerte de su madre. Él se encuentra en el sótano, con la pijama ensangrentada, y mirándome con ojos llenos de terror.

"Te dije que las pesadillas comenzarían de nuevo..." me dice él débilmente, casi en tono de reproche.

Y yo le abrazo con fuerza, cargándole en mis brazos, preguntándole si se encuentra bien, si está herido...Pero él menea la cabeza ante cada una de mis preguntas.

"Esta sangre no es mía, sino tuya, papi..." me dice el pequeñuelo, con tristeza. "Ellos te han herido, te han marcado...Esa era mi pesadilla, papá. Que te marcasen a ti..."

"Pero... ¿Qué cosas dices? ¿Quién me ha marcado?"

Y al pasar al lado de un solitario espejo dejado en ese sótano sombrío, descubro que mi camisa se encuentra toda manchada de sangre...

Al desabrochármela frente al espejo, descubro que en mi pecho presentó una serie de cuchilladas superficiales, las cuales forman un extraño símbolo, semejante a un ojo, aquel órgano visor del cual carecían por completo los seres de mi pesadilla.

"Te han marcado los intrusos que viven fuera de esta realidad..." suspira mi hijo, con melancólica resignación. "Y ellos no se detendrán, hasta marcarnos a todos nosotros. Mientras durmamos y volvamos a soñar, seremos títeres suyos, destinados a cumplir con su diabólica voluntad..."

Y al mirarnos reflejados en el espejo, podemos ver detrás de nosotros a esas horrendas criaturas sin ojos y sin piel, apoyando sus grotescas manos sobre nuestros hombros, como si por medio de este gesto se declarasen los nuevos dueños de nuestras respectivas almas.

Vuelvo la mirada, y no veo a nadie detrás de mí, ni siquiera una sombra...Y aun así estoy convencido con plena certeza que esos intrusos se encuentran aquí, presentes en nuestra casa, penetrando los límites de la realidad por medio de nuestras pesadillas más terribles.

Y aun así estoy convencido con plena certeza que esos intrusos se encuentran aquí, presentes en nuestra casa, penetrando los límites de la realidad por medio de nuestras pesadillas más terribles

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