Como deshojando margaritas

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—Me quiere... ¡No me quiere! —comenta ella, entre suspiros, mientras va cortándoles pedazos de la piel en la espalda al pobre hombre que mantiene desnudo y atado a la mesa, indiferente a sus gritos, indiferente a su súplicas.

—Me quiere... ¡No me quiere! —repite ella nuevamente, todavía arrancándole la piel al hombre.

Y mientras lo hace, ella piensa en su gran amor, ese hombre que sólo puede ver en sus sueños, y por el cual está dispuesto a sacrificar a muchos otros pobres infelices.

— ¿Me viste, amado mío? —le pregunta en sueños, dedicándole su más dulce sonrisa, mientras él le acaricia el rostro.

Parece que va a besarla. Pero en vez de eso, el amante ideal, tan sólo le susurra:

—Todavía no estás lista para mí...

— ¿Y por qué no?

—No has matado aún a suficientes hombres como para estar más allá de toda redención posible... —replica el amante soñado, justo antes de revelar las seis alas negras que le salen de la espalda.

Seis alas negras, manchadas de sangre. Seis alas negras con ojos en las que pueden verse reflejado las ardientes llamas del infierno que devoran a los condenados.

Y ella...Debería sentirse aterrada por un espectáculo semejante, pero en vez de ello, considera todavía más hermoso a ese casi- amante suyo.

— ¿Me amas siquiera...? —alcanza a preguntar la joven, antes de que el sueño termine.

Una vez más, no hay respuesta a sus interrogantes.

Al cabo de dos noches, mientras se dedica a desollar a una nueva víctima, sigue pensando en ese amante perfecto suyo, tan hermoso como inalcanzable.

—Me quiere... ¡No me quiere! —suspira la chica, cortándole por pedacitos la piel de la espalda al prisionero de turno.

¡Ah, lo que algunos hacen por amor!

Verdaderamente, no existen límites para ellos...

Mini-Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora