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Ah, mis hijos.

Tan graciosos y ocurrentes, siempre haciéndome bromas.

Es octubre, y en todo lo que va del mes, vienen haciéndome la misma jugarreta cada noche, inspirándose en ese corto que vieron una vez por YouTube ("Arrópame", creo que se llama.)

Su dichosa broma consiste en que cuando voy a darle la buena noche a uno, este me dice con voz preocupada:

—Papá, hay un monstruo bajo mi cama...

Y yo, siguiéndole el juego, me asomo bajo la cama y lo veo al otro, su gemelo, diciéndome con voz asustada:

—Papá, hay un monstruo sobre mi cama...

La primera vez me sorprendió un poco, pero no soy tan ingenuo para caer tan fácilmente en semejante jugarreta. Aun así, ellos insisten en que yo me asuste como nunca cuando hicieron esa broma, volviéndola a llevar a cabo con mínimos cambios, esperando que yo me sorprenda igual, o tal vez más que la tercera vez.

¿No son capaces de darle un poco más de crédito a su padre?

Sólo me sorprendí un poco la primera vez. No soy un estúpido.

En fin, yo igual quiero a mis hijos, con todo y sus bromitas.

Y esta noche voy al cuarto de uno y le doy las buenas noches, y entonces él me dice:

—Papá...

—Ya sé, ya sé: Hay un monstruo bajo tu cama, ¿No es así?

El chico me mira fijo, estando su rostro pálido como el de un muerto.

Mordiéndose un labio, en vez de decir la frase esperada, él solamente agrega:

—Mejor no mires...

"Juro por Dios que cómo tu hermano esté bajo la cama haciéndome el mismo chistecito de siempre les voy a agarrar a los dos a correazos..." no puedo evitar pensar mientras me agacho, fastidiado de tener que vivir la misma tontería cada noche.

Pero...

Bajo la cama están las cabezas cercenadas de ambos, con las caras congeladas en una expresión de perpetuo horror.

El niño pálido sobre la cama, que se ve como mis hijos los gemelos, sonríe mientras grito horrorizado, retrocediendo aun en estado de shock, todavía sin acabar de creerme lo que acabo de ver.

Apenas si tengo voz para formular la siguiente interrogante:

—Quién... ¿Quién eres tú?

Y él, con la mayor tranquilidad del mundo me dice:

—Ellos querían un monstruo, y yo se los di.

—Mierda... —balbuceó débilmente—. Mis hijos no están realmente muertos, ¿Verdad? Esta sólo es otra broma estúpida de mis hijos, los gemelos...Tan graciosos y ocurrentes...

Eso quiero creer, que son cabezas falsas, y que esto es otra broma más.

Pero el impostor sobre la cama de uno de mis hijos no deja de sonreírme, sin responderme nada.

¡Ah, malditos...! ¿Por qué juegan conmigo de esa manera tan cruel...?

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