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Ni siquiera tuve tiempo de preguntarle a mi hijo que estaba haciendo en mi habitación a esas horas de la madrugada: Ya el filo de su cuchillo había pasado dos veces por mi garganta antes de que las palabras pudiesen salir de mi boca.

Ni siquiera tuve tiempo de preguntarle a mi hijo que estaba haciendo en mi habitación a esas horas de la madrugada: Ya el filo de su cuchillo había pasado dos veces por mi garganta antes de que las palabras pudiesen salir de mi boca

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