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Al crecer, ella fue dándose cuenta de que por muy divertido que fuese jugar con muñecas, los mejores juguetes eran aquellos capaces de suplicar por sus vidas.

Y con el tiempo llegaría a tener una colección completa de los mismos, encadenados en un sótano, sollozando con una desesperación que no podía ser sino música para los oídos de quien todavía no se cansaba de jugar con ellos.

Mini-Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora