Se despertó desnudo y cubierto de sangre en medio del bosque; sus últimos recuerdos eran todavía nebulosos, como sacados de alguna clase de delirante pesadilla: Una enorme sombra se había cernido sobre él mientras transitaba una oscura calleja bañada por la luz de la luna; se había cernido sobre él arrancándole de cuajo el brazo izquierdo.
La escena cambiaba abruptamente, apareciendo como conjurada en medio de la bruma una miserable casucha, erigida casi en la afueras de la ciudad: Allí una enorme criatura, semejante a un perro rabioso de dimensiones descomunales irrumpía violentamente, masacrando de la manera más salvaje a las personas que allí se encontraban.
Aquel perro devoraba luego los restos de sus infortunadas víctimas; el agónico estertor que una de estas todavía era capaz de producir revelaba que aún conservaba la vida al momento de ser devorado.
Invadido por la náusea, el hombre pensaba que aquello debía ser solamente un sueño, puesto que su brazo izquierdo se encontraba perfectamente bien; aunque un nuevo dolor en su sien acompañó un nuevo recuerdo que no tardó en presentarse dentro de su subconsciente: La cánida bestia que había acabado con esas pobres personas no estaba sola, sino que venía acompañándola otra criatura semejante, cómplice también ella de la matanza.
Un lastimero sollozo llamó la atención del hombre, interrumpiendo el curso de sus terribles recuerdos; así fue como él descubrió a otro sujeto en su misma condición, que yacía de rodillas frente a un brazo arrancado, cubierto de hormigas y moscardones.
—Yo también acabó de recordar lo que pasó...—repuso aquel otro hombre entre sollozos—. ¡El Cielo me ayude! ¡Yo no quise...! ¡Nunca habría querido hacer una cosa así de espantosa, de no ser por la infernal maldición que pesa sobre mí...! ¡Y ahora tú también compartes el mismo destino que yo!
Luego, dejando escapar una risa infeliz, el hombre añadió:
—Te pediría que me mates, pero sería una petición inútil... ¡Ni siquiera la misma muerte es capaz de poner freno a mis infernales instintos! Yo ya estuve muerto y enterrado varias veces... ¡Y todas las veces volví, trayendo nuevamente ruina y muerte a este mundo...! ¡Tú también lo harás cuando llegue su momento, cuando la luna llena vuelva a brillar en el firmamento...! ¡Ambos somos lobos sanguinarios, los perros del infierno! ¡Satán mismo nos ha dejado sueltos para sembrar la desgracia entre los hijos de Dios...! ¡Somos instrumentos de su venganza para con el Creador...!
El brazo arrancado sobre el suelo comenzó a moverse. Para horror de ambos hombres, una masa informe comenzó a brotar del mismo, transformándose en apenas cuestión de segundos en una suerte de pequeña monstruosidad, la cual no tardó en salir huyendo, escondiéndose en unas matas de arbustos cercanos cual veloz alimaña.
—Ahora hay otro más de nosotros...—sentenció el hombre sollozante, meneando la cabeza con trágica resignación—. Otro Hombre Lobo más en el mundo. Los nuestros también pueden nacer de esta forma infernal, surgiendo como dobles de partes mutiladas. Son lo que se conoce entre las gentes como sosías o doppelganger...
Asomándose entre los arbustos, ambos hombres descubrieron a un tercer sujeto, que se irguió en medio de la hierba mostrándose así como un doble exacto de uno de ellos, dirigiéndole una sonrisa cómplice, casi inocente, habría podido decirse.
—Hola, hermanos...—Les saludó, de forma gentil, revelando entre sus manos un cuajo de sangre sanguinolenta; algún sobrante de las víctimas de la noche anterior, a la que no tardó en dar un mordisco voraz.
—No saben cómo les agradezco a los dos haberme dado la vida...—añadió, una vez hubo terminado su merienda—. ¡Les aseguro que disfrutaré al máximo la presente existencia!
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Mini-Historias de Terror
HorrorPorque no hacen falta muchas palabras para producir el más hondo de los escalofríos... He aquí una colección de breves, brevísimos relatos de terror y misterio...