CAPÍTULO 66 ¡CORRED, POLICÍA!

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El ascensor nos avisó que habíamos llegado a nuestro destino, séptima planta, habitación setenta y siete, ¿coincidencia? Entramos a la habitación que nos habían asignado, abrimos la boca de lo grande que era, tenía una pequeña salita, una cama enorme, por no hablar del jacuzzi que había junto a la salida de la terraza, se podía ver el mar desde la habitación. La vi moverse hasta una puerta, el baño, salió poco después con dos toallas, me extendió una para que me secara.

—Creo que lo mejor será que nos duchemos —dijo. Alcé una ceja—. Separados —añadió sonriendo— ¿En qué piensas pervertido?

—En nada —dije poniéndome la toalla en la cabeza para secarme el pelo, así tapaba mi cara, me había sonrojado un poco. Por un momento pensé que me decía de bañarnos juntos. Dragneel, ella tiene razón eres un pervertido. ¡Calla! Que tú también lo has pensado.

—Voy yo primero —dijo.

—Vale —dije aun con la toalla tapándome. Oí como rio por lo bajo. La vi entre la toalla. Tragué en seco, joder, ¿por qué tiene que estar tan buena? Esos vaqueros super pegados a su cuerpo, más por la lluvia y esa camiseta... bff.

—No me espíes ¿eh? —dijo antes de cerrar la puerta.

—¿Eh? —dije embobado— No, no, claro que no —volvió a reír. Cerró la puerta y escuché como puso el pestillo— ¡No te encierres! —le grité para que me oyera, volví a escuchar el pestillo abrirse. Al poco escuché el agua correr. Mi temperatura empezaba a elevarse, me la estaba imaginando desnuda, no, no, estaba desnuda, eso era peor. Contrólate amiguito, contrólate. El sonido de mi teléfono hizo que saliera de mis pensamientos calenturientos. No tenía el número registrado. Contesté —¿Sí?

—Natsu, ¿Cómo está Lucy? Gray me ha dicho que os habéis ido unos días.

—Layla, tranquila, está bien —contesté. Era Layla y estaba un poco nerviosa, sabía que Gray le diría algo para que no se preocupase.

—Menos mal, estaba muy preocupada. Por favor, no dejes que le pase nada ¿sí? —dijo.

—Tranquila, conmigo no le pasará nada. Estaremos unos días y volveremos, necesita alejarse de todo un poco.

—Sí, lo entiendo. Ese innombrable no sé cómo tiene la desfachatez de ir a buscarla. Encima se inscribe en la misma universidad. ¡Es de locos! —espetó.

—Lo sé, no sé qué pretende, pero no pienso dejar que se acerque a ella —dije serio. La oí suspirar.

—Gracias hijo —¿hijo? —, no sé cómo lo has hecho, pero me alegro que Lucy haya dejado que estés con ella. Si lo llego a saber antes, le hago caso a tu madre.

—¿Mi madre? —pregunté.

—Sí, ella me dijo que probáramos de dejarte ir a ti a estar con ella, que, seguro que la animarías y mira, ahora estáis de viaje unos días. Dijo que tú le haces mucho bien a mi niña y por lo que veo es cierto —dijo— ¿Ha comido?

—Sí, y pienso hacer que engorde a como dé lugar.

—¿Ya te lo ha dicho? —preguntó.

—Sí...no me imaginaba algo así...

—Lo sé. No te enfades con ella, no quería decírtelo para que no la trataras diferente y como te habrás dado cuenta no le gusta que nos preocupemos por ella.

—Sí, me he dado cuenta, pero eso es inevitable.

—Desde luego que es inevitable. Cuídamela por favor, y si pasa cualquier cosa nos avisas enseguida.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora