CAPÍTULO 69 ¡SERVICIO DE HABITACIONES!

134 14 2
                                    

Dejé llenando el jacuzzi de agua. Me tumbé en la cama a esperar que se llenara y que la Princesita saliera del baño. Había sido un largo día, lleno de emociones, por fin había vuelto a ver a mi hermano, y conocido a mis sobrinos, sin contar a mi cuñada. Volví a reírme solo por lo bajita que era, ¿será tan peleona como Levy? Quien sabe. Pero, me alegro de la mujer que ha conseguido mi hermano. Mavis, era todo un encanto de chica, se notaba que amaba a mi hermano y a esos dos pequeños. ¿Eso era tener una familia? Amor, calidez, estar los unos para los otros. No me quejo de la vida que me han brindado mis padres, pero si es verdad que de pequeños pasábamos mucho tiempo solos, mi padre siempre estaba trabajando y mi madre otro tanto. Dejó de trabajar cuando mi hermano se fue, y se puso de objetivo ser una madre sobreprotectora conmigo, además de unir más a la familia. Cosa que por parte de mi padre casi casi era imposible. Siempre estaba metido en la oficina. Ahora entiendo que quizás lo hacía para mantenerse ocupado y no pensar en que su otro hijo se había marchado de casa dejando una simple nota. La culpabilidad lo debía estar matando, lo debe estar matando. Debía conseguir que mi hermano entrara en razón y volviera a ver a nuestros padres. Sé que ellos se alegrarán mucho. Cerré por un momento mis ojos.

—Princesita ¿dónde vamos? —mi yo niño estaba junto a la Princesita, parecía que se dirigían a algún lugar. Estaban en una casa, creo que es la de la Princesita.

—A mi lugar secreto —dijo la Princesita. ¿Lugar secreto? Recorrimos los pasillos de aquella casa, subiendo hasta lo más alto de la mansión. Llegamos a una zona sin salida no había nada más que un par de puertas, se quedó justo delante de una— Aúpame —dijo. La miré confundido—. No llego ahí arriba —dijo señalando al techo. Miré y había una especie de trampilla.

—¿Qué hay ahí arriba? —pregunté.

—Si me ayudas lo sabrás —contestó sonriendo. Me agaché para subirla a caballito sobre mis hombros.

—¿Llegas? —pregunté.

—No, necesito subir un poco más —contestó.

—Si es tu lugar secreto ¿cómo has abierto las otras veces? —pregunté.

—Pues subiéndome a una silla —contestó.

—¡¿Y por qué no la cogemos ahora?! —pregunté molesto.

—Porque quería que me subieras a caballito —contestó y rio.

—Eres...mala —dije y reímos. Arrastramos una silla hasta dejarla justo debajo de la trampilla—. Ya me subo yo, no quiero que te caigas.

—Pero si he subido muchas veces sola.

—Me da igual —dije. Subí a la silla y estiré mi brazo lo más que pude para coger una pequeña cuerdecita que sobresalía. Logré estirarla y la trampilla se abrió, dejando caer una escalera que llevaba a aun altillo.

—Vamos dejemos la silla en su sitio, no hay que dejar rastro de que estamos aquí —dijo y sonrió. Dejamos la silla en su lugar original y primero subió ella—. No me mires las braguitas —dijo sonrojada.

—No iba a hacerlo, tonta —dije sonrojado.

—Por si acaso —dijo sacándome la lengua. Seguí a la Princesita y la curiosidad de mi yo niño hizo mirarle las braguitas. Ella llevaba vestido, y se podían ver perfectamente sus braguitas con dibujos de conejitos. Mi yo niño estaba sonrojado.

—Las has mirado ¿a qué sí? —preguntó una vez estuvimos arriba. Se estiraba su vestido hacía abajo.

—No...no he visto nada —contesté rojo como un tomate mirando hacia otro lado.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora