CAPÍTULO 95 ¡EH, LADRONA!

101 11 4
                                    


No sé cuánto tiempo estuve esperándola, pero en ese tiempo me quedé dormido. Desperté por el sonido de un estruendo. Me sobresalté, era una tormenta. Aún estaba oscuro. Miré a mi lado, mi pequeña aún no había vuelto. Fruncí el ceño, su vestido estaba sobre una de las sillas de la habitación. Vi la hora, casi las cinco de la mañana. Decidí bajar a buscarla. Me acerqué hasta la habitación de los pequeños, la puerta estaba abierta. Solo estaba la pequeña Wendy en su cama. ¿Dónde debían estar? Todas las habitaciones ya estaban ocupadas. Bajé las escaleras y escuchaba unos cuchicheos provenientes de la cocina. Me acerqué sigilosamente, eran mi Princesita y Larcade. Sonreí les iba a dar un susto.

—¡Os pillé! —les encendí la luz de golpe. Pegaron un pequeño grito y escondieron algo detrás de sus espaldas.

—¡Natsu, nos has asustado! —me riñó mi Princesita. Reí ante sus caras de susto.

—¡Tío Natsu, eso no se hace! —se quejó el pequeño. ¿Ahora era tío Natsu?

—¿Qué hacéis a estas horas? —pregunté.

—¡Nada! —contestaron a la vez. Alcé una ceja, era obvio que estaban haciendo algo.

—¿Nada? —pregunté. Era evidente que no me los creía.

—Nada de nada —contestó Larcade. Estaba intentando evitar reír.

—El chocolate de tu boca me dice todo lo contrario —dije. Mi Princesita miró al pequeño. Este se limpió la boca y miró su mano.

—Nos ha pillado Larcade.

—Jo... —se quejó el pequeño. Sacaron de detrás de sus espaldas un pequeño plato cada uno con tarta de chocolate que había sobrado de la cena. Negué con la cabeza reprochándoles.

—¿Sabéis la hora que es? —pregunté.

—¿Tarde? —respondieron a la vez. Me puse serio.

—Muy tarde, no es para estar comiendo tarta a estas horas. Debéis dormir —no sé por qué estaba teniendo esta reacción.

—Menudo gruñón... —murmuró Larcade por lo bajo.

—Ya lo creo... —murmuró mi Princesita.

—Dejad de murmurar y a la cama —soné demasiado autoritario. Incluso mi gesto señalándoles la escalera no ayudaba.

—No puedes darme órdenes, no eres mi padre —dijo Larcade retándome.

—No, pero soy tú tío así que me debes un respeto y si digo que vayas a dormir, vas a dormir —Larcade se sorprendió por mi respuesta, miró a Lucy en busca de ayuda. Le tocó la cabeza.

—Ve a la cama, ahora iré a arroparte ¿vale? —le dijo. El pequeño asintió. Pasó por mi lado con la cabeza gacha. Ahora me sentía un poco mal. Cuando giré para enfrentarme a Lucy, la tenía delante, sabía que me reñiría por haberle hablado así al pequeño— ¿Estás enfadado? —preguntó. No esperaba esa pregunta.

—No, pero si dejo que me toreé de esa manera siempre lo hará. Deseo llevarme bien con él, pero no puede hablarme así —contesté. Sonrió. Se acercó a mí y me abrazó por el cuello, me dio un beso en la mejilla.

—Algún día serás un buen padre —dijo. Noté como un calor se instalaba en mis mejillas.

—¿No me riñes?

—¿Por qué debería? Tienes razón en que no puede hablarte así. Has sido un poquito gruñón, pero lo has hecho bien. Te has impuesto y ahora sabe que eres un adulto a quien debe respetar, aunque eso no le guste.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora