CAPÍTULO 124 ¡FLAMITAS, CORRE POR TU VIDA!

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Ella rio por mi cara de confusión. ¿Qué sus cosas estaban ya en casa? No lo creía, no las vi. ¿Cuándo?

—¿Cuándo...? —pregunté confuso. Sonrió separándose de mí, bajo la cremallera de esa ropa que llevaba dejando ver su delantera con una camiseta de tirantes ajustada. Se removió en el asiento quitándose toda la ropa que llevaba puesta, inevitablemente me la quedé viendo. ¿Y quién no lo haría?

—Me sorprende que no vieras la maleta. Lleva allí desde ayer por la mañana.

—¡¿Qué?! —rio y salió por la puerta del coche se había puesto unos vaqueros que le sentaban demasiado bien. Se agachó poniéndose unos zapatos, aproveché para contemplar su hermoso trasero. Se giró y me miró.

—¿No sales? —asentí mirando el canalillo que le hacia su camiseta. Dragneel, sal del coche. Hice caso a mi subconsciente. La miré sobre el coche, terminaba de ponerse una camisa y una chaqueta. Cerró el coche con el mando y se acercó hasta a mí ahuecando su cabello. La miré de arriba abajo. Sonreí gratamente, me gustaba verla así, no parecía la correcta Princesita, sino una chica rebelde. Su cabello ondulado caía perfectamente desordenado sobre sus hombros dándole ese toque de chica peligrosa— ¿Qué? —preguntó al ver que solo la miraba. Me acerqué a ella y la tomé por las mejillas, besé sus labios, olvidándome de todo, por un momento solo quería que fuéramos ella y yo, nadie más.

—Nada, que como siempre estás preciosa —contesté con mi sonrisa torcida. Se mordió el labio inferior. Fui a acercarme para besarla de nuevo, pero como siempre algo nos tenía que interrumpir. Más bien, alguien.

—¡Coneja, Salamander! ¡¿Ya os estáis dando el lote?! —se escucharon las risas de mis amigos.

—¡No es asunto tuyo! —contestó Lucy, la miré divertido y me atrajo ella misma a sus labios. Se abstuvo de profundizar el beso, hice un puchero cuando se separó de mí.

—Vaya, vaya, veo que os pone esto de las venganzas ¿eh, pillines? —se burló de nuevo Gajeel. Lucy y yo suspiramos pesadamente y emprendimos camino hacia la pizzería. Los demás nos siguieron.

Entramos a la pizzería, Sting y Lector estaban ya en una mesa para todos nosotros.

—¡Decidme que no os lo habéis montado en el coche de mi madre! —dijo Lector. Casi lo gritó a los cuatro vientos, por lo que varios comensales se giraron a mirarnos.

—Lector, me caes bien, pero como sigas diciendo cosas fuera de lugar te enterraré el puño en tu cara de idiota —dijo Lucy enseñándole el puño. Todos se echaron a reír mientras nos sentábamos a la mesa. Pedimos unas cuantas pizzas familiares.

—Bien, ¿Qué hacíais en la fiesta? —preguntó Levy mirando a Sting, Lector y Lucy que curiosamente estaban los tres juntos, y yo al otro lado de Lucy.

—¿No es evidente? —contestó Sting.

—Sí, ¿pero todo eso lo habéis hecho vosotros? —volvió a preguntar Levy— Poner bombas —los tres echaron una carcajada.

—No eran bombas —dijo Sting—, lo parecen, pero no. Eran petardos incrustados en el césped y así lo hacíamos estallar todo —nos explicó.

—¿Cómo habéis logrado poner esa cantidad de petardos? —preguntó Jellal.

—Y lo más importante ¿cómo los habéis hecho estallar todos a la vez? —preguntó Gajeel. Los tres volvieron a reír.

—Tenemos nuestros trucos —contestó Sting.

—Los petardos fuimos colocándolos Lector y yo —dijo Lucy.

—¿Y no os vieron? —preguntó Juvia.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora