CAPÍTULO 115 ¡AQUÍ TIENES!

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La miraba divertido. Habíamos vuelto a casa y estábamos en el baño, debíamos quitarnos toda la comida que teníamos encima. Ella intentaba quitarse algo de entre su larga cabellera.

—A ver, déjame ayudarte —me acerqué a ella y la ayudé a quitarse el trozo de comida que tenía enredado en el pelo.

—Gracias.

—No hay de qué. Será mejor que nos demos una buena ducha.

—Sí —sonrió. La besé cortamente.

—Aun llena de comida eres hermosa.

—Uy sí. Mira esto —estiró su pelo—, está pringoso no se ni qué es —puso cara de asco—. Ni quiero saberlo —reí. Se me quedó mirando.

—¿Qué? —negó con la cabeza.

—Nada. Duchémonos —se dio la vuelta para desvestirse. La tomé del brazo.

—¿En qué hemos quedado?

—Borrón y cuenta nueva —suspiró.

—Exacto. Debemos confiar el uno en el otro 100%, contarnos nuestras inquietudes, nuestros miedos y cualquier cosa que nos pase por pequeña que sea. ¿Entendido? —asintió. Esa había sido mi propuesta. Los dos ser completamente sinceros. Ser fuertes juntos. Si estábamos unidos, cualquier cosa que nos viniera de esos dos lo podríamos enfrentar. Los problemas debíamos resolverlos juntos, no separados— ¿Y bien?

—Eres demasiado perfecto para ser real. Creo que estoy soñando y en algún momento despertaré y me pegaré una hostia contra el suelo. Incluso así, lleno de comida, muestras una madurez que ni yo creo tener. No me puedo creer que nunca antes hayas tenido una relación. Sabes perfectamente que decir, como proceder y enfrentar las situaciones, cosa que a mí me cuesta horrores. Me da la sensación de que no te merezco. Aguantas mis tonterías de niña inmadura y tú eres alguien... alguien excepcional —sonreí. Me miró tímidamente.

—Gracias por los cumplidos. Pero no te aguanto, te amo, que son dos cosas muy distintas. Tú eres quién eres y amo todo de ti.

—¿Lo ves? Dices todas esas cosas de gente madura —volví a sonreír.

—He tenido buenos maestros —me miró confundida—. Mis padres, siempre han estado unidos, ante cualquier adversidad. Ellos me enseñaron que la unión hace la fuerza. Que juntos eran capaces de superar cualquier problema. Con lo de Zeref, se unieron mucho. Yo creí que acabarían divorciándose, pero nada más lejos. Me demostraron que ellos podrían superar cualquier cosa. No digo que no les afecte lo que pasó. Les afecta, pero juntos lo sobrellevan. Me dije a mi mismo, que si alguna vez tenía una relación quería ser como ellos. Una unión sólida, llena de confianza. Si por Dios, cuando estuve en el viaje de negocios mi padre no tardó ni cinco minutos en llamar a mi madre para contarle lo que acababa de pasar con esa loca que se presentó en mi habitación. Se lo cuentan todo —sonrió.

—Yo también quiero eso. Quiero tener una relación así de fuerte.

—Pues eso es fácil. Trabajemos juntos en ello. Seamos fuertes.

—Sí —asintió. Me rodeó con sus brazos por el cuello y unió nuestros labios. Enredó sus manos en mi cabello. Sonrió. Noté que palpaba algo. Dejó de besarme y la miré—. Tenías una cereza en el pelo —miré la pequeña fruta que había sacado.

—Será mejor que nos duchemos de una vez.

Después de una laaaarga ducha, y digo larga porque estuvimos más de media hora limpiando nuestros cabellos, con el suyo tardamos más al ser tan largo. ¿Cómo era posible que se nos hubiera pegado tanta comida? Nos estábamos terminando de secar en la habitación.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora