Notaba como unos suaves besos bajaban por mi abdomen, no abrí mis ojos, seguí disfrutando de los besos que me daba la Princesita. Estaba juguetona. Sus manos acariciaron mi erección sobre la tela, a medida que bajaba me quitaba el bóxer. Gemí cuando sus labios tocaron ese pedazo de carne erecto. Su lengua recorría mi miembro, dándome el placer que tanto necesitaba. Volvió a cubrir con su boca toda mi hombría, jadeé por la presión que ejercía con sus labios y la profundidad en la que se había metido mi polla. Dios, me estaba llevando al límite.
—Nena, me estás volviendo loco... —no recibí respuesta por su parte. Siguió con su tarea un par de minutos más, sentía como mi orgasmo empezaba a llegar. Justo en ese momento se separó— ¡No! —gruñí. Salió de debajo de las sábanas y me sonrió pícaramente. Se puso a horcajadas sobre mí. Recorrí lascivamente su cuerpo, se había vuelto a poner ese conjunto sexy y pecaminoso. Mordió su labio inferior y no lo aguanté más, me abalancé sobre ella para atrapar sus labios y en ese instante se desvaneció. ¿Se desvaneció? ¡Mierda!
Abrí mis ojos abruptamente, mi respiración estaba agitada. Joder, todo había sido un sueño. Estaba sentado en la cama, miré hacia mi lado y fruncí el ceño, la Princesita no estaba— ¿Luce? —la llamé. Escuché ruidos en el baño. Me acerqué hasta la puerta que estaba cerrada— Luce ¿estás bien? —pregunté tocando la puerta.
—Sí... —contestó. No, eso no sonaba bien. Sonaba como si estuviera vomitando.
—Voy a entrar —abrí la puerta y efectivamente, estaba vomitando. Me acerqué a ella. Dejé que terminara de convulsionar por las arcadas. Estiró de la cadena y la ayudé a sentarse en la taza del váter— Eh, preciosa, ¿Qué pasa? ¿Sigues mal?
—Demasiada comida ayer —contestó. Acaricié su mejilla.
—Y luego te quejas de Happy, que es un glotón. Se parece a la dueña —lo dije para que sonriera y así lo hizo.
—Me tendré que poner a dieta como él.
—Ni hablar —dije—. Solo debo controlar tu consumo de azúcar.
—Abusé un poquito ¿no? —preguntó con su carita linda.
—Un poquito —contesté guiñándole el ojo. Sonrió.
—Supongo que sustituí la carencia de algo, por dulce —sonreí.
—¿Cómo puedes bromear si te encuentras mal? —se encogió de hombros.
—Estoy bien, mucho mejor después de haber vomitado todo —contestó.
—¿Quieres quedarte en casa? —pregunté.
—No. Prefiero ir a la universidad, sino se preocuparán por mí y no quiero.
—Creo que ya están preocupados —frunció el ceño—, por lo nuestro, nuestra supuesta ruptura —sonrió.
—Que sufran un poquito. Así se les quitarán las ganas de apostar tonterías.
—Ves como eres mala. El karma irá contra ti —hizo un puchero. Desvió su mirada a mi entrepierna.
—¿Qué soñabas? —preguntó.
—Ejem... nada —contesté un poquito avergonzado. Sí, aún tenía un bulto un poco comprometedor. Desvié mi mirada a sus piernas no llevaba el pantalón de pijama— ¿Y tú pijama?
—Tenía calor.
—Ya... —acaricié inconscientemente sus piernas. Miré sus labios. Quería besarla. Me acerqué a ella y giró su cara— ¿Qué pasa?
—No me beses, acabo de vomitar. Déjame lavarme los dientes —contestó. Rodé los ojos.
—Está bien. Lávatelos —intercambiamos posiciones, me senté en el wc y observé como se lavaba los dientes— ¿Ahora sí? —pregunté una vez terminó. Asintió y me levanté de un salto. La cogí por la cintura, aprisionándola contra el lavabo—. Bien, ahora por fin podré besarte como deseo —susurré cerca de sus labios.
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¡HURACÁN LUCY!
RomanceQuien le diría al joven Natsu Dragneel, que su tranquila vida de mujeriego iba a dar un giro de 360º. ¿Y por qué razón? Ella. Según él, una pija malcriada de lengua viperina y mirada venenosa. Había llegado el ¡Huracán Lucy! Fecha de inicio: 08/01/2...