CAPÍTULO 150 ¡ERES MUY TERCA!

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Aquí estábamos, tras habernos saltado las últimas clases, sí, Erza se había saltado las clases, le estaba cogiendo el gustillo a eso, todos nos habíamos preparado en tiempo récord para ir a la casa del lago. Y tras dos horas de camino, con la voz de Gajeel a todo trapo berreando canciones de la radio, por fin habíamos llegado. Estaba ansioso. Había venido con la esperanza de ver a Lucy. No sabía si iba a venir o no. Gray le había dicho a Juvia que intentaría convencerla, pero a saber.

Ya hacia mejor tiempo, la primavera había llegado y el lago estaba descongelado. Lo miré taciturno, tremendo susto que nos llevamos con Lucy. Gajeel me sacó de mi mal recuerdo entregándome una maleta. Mi maleta y unas cuantas bolsas, provisiones para pasar el fin de semana. Lo iba a aprovechar. Debía pedirle disculpas a Lucy. Sí, sí, otra vez. Aún si me enviaba a la mierda, tenía que intentarlo.

Entramos a la casa, la decoración navideña que dejamos la última vez, ya no estaba. Estaba todo muy recogido y limpio. Abrimos las ventanas para que corriera un poco de aire fresco y colocamos las provisiones. Cada cual metió sus cosas en su respectiva habitación, yo no sabía qué hacer, si llevar mi maleta a la habitación que compartí la última vez con Lucy o qué. Me arriesgué y la subí. Tenía otra ropa de cama, más ligera para el tiempo en que estábamos. Volví a bajar, encontrándome con el resto de mis amigos. Decidimos salir afuera a acercarnos al lago. Las barcas que la última vez estaban sobre la tierra, ahora estaban en el embarcadero listas para cogerlas y dar un paseo. Levy emocionada le pidió a Gajeel subir, pero este se negó por el momento.

Por mi parte no dejaba de mirar el camino a ver si veía el coche de Gray llegar. Estuvimos haciendo el tonto por afuera casi una hora, empezaba a atardecer y cuando miré por milésima vez el camino, vislumbre las luces de un coche. Mi corazón empezó a latir frenético.

—¡Al fin! ¡Pensé que no llegarían nunca! —exclamó Sting.

Nos fuimos acercando hacia los coches, estaba nervioso. Gray aparcó justo al lado del coche de Sting. Estábamos ya al lado. La puerta del copiloto se abrió de golpe. Lucy salió corriendo.

—¡Lucy! —la llamó Sting.

—¡Me meo! —gritó entrando en la casa. Las risas de mis amigos no tardaron en aparecer. Hasta yo ahogué una risita. Gray bajó y venía con cara de diversión.

—¿Qué tal el camino? —preguntó Sting.

—Entretenido —contestó Gray sonriendo.

—¿Y qué pasa con eso que acaba de pasar? ¿No podía aguantar?

—Se ha bebido un litro de tila, lo extraño es que no se lo haya hecho encima —Gray rio. Torcí el gesto. Tila... ¿Tan nerviosa estaba?

—Anda entremos a ver a la muñeca meona —se burló Gajeel. Los demás se adentraron a la casa, Gray se quedó sacando las cosas de Lucy y suyas. Me acerqué a él.

—Gray —me miró—. Lo siento.

—No es a mí a quien debes pedirle disculpas Natsu. Tío, eres muy idiota. Deja de hacer estupideces. Mira, entiendo que estes agobiado con la situación, pero joder Natsu, ¿dejarla? Ni siquiera has esperado a saber si eres o no el padre de esa criatura.

—Ya lo sé. Créeme que lo sé. Me arrepentí ¿vale? Pero no pude arreglarlo al momento, quiero arreglarlo. No quiero separarme de ella. Fui un completo idiota.

—Sí, lo fuiste. Y lo que es peor, ella ahora está confundida. Duda, os habéis estado distanciando poco a poco y ahora duda de si es por toda la situación o es porque sientes algo por Lisanna.

—Mierda...

—Sí, mierda. Me ha costado un triunfo convencerla para que venga, así que no la cagues e intenta solucionarlo. O de verdad tendré que patearte el trasero.

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora