CAPÍTULO 42 ¡CHICO SEXY!

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Las clases terminaron a las tres, tenía una hora para llegar al sitio que me había dicho la Princesita. Salí deprisa hacia mi coche, una vez estuve dentro, pensé en la Princesita ¿cómo se iría a casa si yo la había traído? ¿No cogerá un taxi verdad? Vi un taxi que llegaba al estacionamiento. Me tensé. Una parejita se acercó y subió al taxi. Relajé el cuerpo. Divisé a la Princesita, bajé la ventanilla del coche para llamarla, pero no lo hice.

—¡Venga Dragón de Luz que tengo prisa! —dijo la Princesita.

—¡Que sí pesada! ¡Si voy a tener que ser tu chofer me da que prefiero no quedarme el coche! —escuche que le decía Sting.

—Tú lo has pedido como pago mientras el tuyo está en el taller —dijo la Princesita una vez lo tuvo cerca.

—Sí, porque lo que nos has pedido a Lector y a mí cuesta mucho, más si nos pillan —dijo Sting.

—Yo se lo he pedido a Lector, porque gritó mi nombre, tú te has acoplado porque te encantan las bromas —dijo la Princesita.

—Sí, me encantan, pero al ver a Erza hecha una furia me entró el miedo —dijo Sting. ¿Erza?

—Tranquilo, si jugamos bien no se enterará —le dijo la Princesita.

—Solo espero que no se entere que hemos sido nosotros los de la bomba fétida en la biblioteca, porque es capaz de dejarme sin descendencia —dijo Sting. ¡¿QUÉ?!

—Eres un exagerado —dijo la Princesita. ¡No me lo puedo creer! ¿Han sido ellos?

—No exagerado no, tú has sido lista, te has escondido —dijo Sting.

—Y vosotros también —dijo la Princesita.

—Sí, pero casi nos pillan —dijo Sting.

—Yo no tengo culpa de ser pequeñita y caber en un armario —dijo sonriendo la Princesita. ¿Un armario? ¿En serio?

—¿Viste la cara de Erza? —preguntó divertido Sting.

—Sí, echaba humo por las orejas, ahora entiendo lo del demonio rojo —dijo la Princesita y se echaron a reír. La madre que los trajo, son unos liantes. Pero ¿por qué han hecho eso?

—Pero una cosa ¿por qué que querías dejar inutilizada la biblioteca? —le preguntó Sting. ¿Ella quería dejar inutilizada la biblioteca?

—¿Lo preguntas ahora?

—Princesita, conociéndote, cuando pides algo de esa magnitud es que algo te traes entre manos, ¿estás jugando con alguien? —le preguntó Sting.

—Sí, un partido de bádminton no te jode —dijo molesta. Sonreí ante su forma de decirlo.

—Sabes que no me refiero a eso. Oye, yo me apunto a una batalla si hace falta, pero tengo que saber por qué me arriesgo o más bien por quién —dijo Sting.

—Pues había quedado con alguien para hacer un trabajo, pero yo no quería pasarme la tarde haciendo un trabajo. Hoy quería hacer algo con ese alguien y el trabajo fue una excusa tonta. Y esta noche he tenido una revelación, así que se me ha ocurrido algo que hacer —dijo la Princesita. ¿Una revelación? Así que quería quedar conmigo y el trabajo fue una excusa ¿eh?

—Y no hubiera sido más fácil ir directamente a esa persona y decirle, oye que no quiero hacer el estúpido trabajo, quiero salir contigo a dar una vuelta —dijo Sting. ¡Exacto!

—No es tan fácil —dijo la Princesita.

—Hermanita, te voy a decir algo, los tíos somos muy básicos, no nos gustan los rodeos. Es blanco o negro, sí o no. No, nos gusta dar vueltas como un tiovivo —dijo Sting. ¡Qué bien hablas Sting!

¡HURACÁN LUCY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora