"Mustard" Drabble

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Por favor, lean el mensaje del final.

—No puedo, mierda, en serio no puedo—. Deja su frente caer en la mesa, la mata rubia de cabello enredado se derrama a su alrededor y se siente morir.

No necesita ver el reloj para saber que son pasadas las dos de la mañana y ella aún no puede grabarse la sustentación para su trabajo final de Ciencias Políticas. Ni siquiera ha podido redactarla.

No sabe qué es, menos el porqué, pero obstruye su mente, lo que le ocasiona la tercera jaqueca de la noche.

—Elsa— la llama Anna. —Ya te lo he dicho, debes descansar, mañana temprano lo haces.

—No puedo, Anna, debo enviar esto para las siete treinta de la mañana o reprobaré—. Sabe que es una exageración, su promedio es tan alto que le alcanzará para pasar sin problemas el ramo, sin embargo su mente de perfeccionista le exige acabar con ese trabajo, y hacerlo bien. —Mejor ve tú a descansar, yo tengo que terminar esto.

Mira el documento en blanco y le entran ganas de llorar. Incluso con la evidencia de su falta de productividad en frente, es como si su cerebro se hubiese desconectado por completo del tema, divagaba en ocurrencias estupidas y no conseguirá nada así.

Si no eres capaz de hacer un maldito trabajo tan fácil, ¿qué te hace pensar que serás capaz de hacer algo por tu vida?

Le grita su sombra, y tiene razón. Es una mediocre, nunca puede hacer nada bien.

—Soy un fracaso—. Con las palmas de sus manos, sostiene su frente y solloza con el corazón estrujado. La cabeza le duele y su garganta no afloja el nudo que las cinco tazas de café no han podido bajar.

Piensa en sus padres y en cómo deben estar decepcionados, en sus amigos, y en como todos parecen tres pasos delante de ella. Siente vergüenza de ella misma, lástima, y eso la asquea profundamente.

—Suficiente, hasta aquí—. La voz de Anna suena hastiada, y el movimiento de su cuerpo le indica que sacó su celular del bolsillo de su pijama. —No quería recurrir a esto, y menos a la hora que es. Pero tú no puedes seguir así, y ya que no me escuchas, tengo que acudir a la artillería pesada.

Escucha las uñas de su hermana golpetear en la pantalla táctil, pero está tan sumida en su frustración que apenas y comprende lo que está haciendo. Hasta que, débil, muy débilmente, escucha directamente desde el celular, una voz masculina que responde a la llamada de su hermana.

—¿Qué haces, Anna?— la respuesta es obvia, pero se muere de vergüenza al pensar en la posibilidad. Anna levanta una mano en su dirección.

—Sí...— asiente a lo que el otro le dice. —Lamento llamarte a esta hora pero... claro, sí.... ¿Estás seguro? No creo que... está bien, gracias, nos vemos. Adiós.

Con los ojos hinchados por el llanto y las briznas de humedad que salan su rostro, Elsa mira a su hermana expectante.

—Era Jack—. Dice como si lo explicara todo. —Viene para acá.

—¿¡Qué?!— voltea al reloj. Las dos y cuarto. —¿¡A esta hora!?, Anna, no puedes simplemente llamarlo y hacerlo venir por una estupidez como esta.

—No es una estupidez, a él no le pareció una estupidez y por eso está en camino.— asevera Anna. —A mí también me da vergüenza llamarlo a esta hora, Elsa, pero es la única persona a la que escucharás.

—No...— con manos rápidas, saca su propio teléfono dispuesta a llamar a Jack.

—¿Qué haces?

Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora