"Moon and Destiny" drabble

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Nueva York, abastecida de las usuales masas que se trasladan en direcciones diferentes, no se detiene tras la ventana de la oficina de Elsa. Incluso si son las doce menos cinco en el reloj digital que suele proyectarse en Time Square. Para muchos como ella, la noche apenas comenzaba.

En algún momento entre el suspiro de Elsa y el crujir de las teclas de su computador, una notificación se abre paso y su teléfono hace vibrar todo el escritorio. Es un mensaje de Anna:

No puedes refugiarte toda la vida en la oficina, Elsa.

Le escribió. Elsa se rascó la frente con la yema de los dedos, pensando en qué responder sin ser tajante o muy obvia en su hastío por las buenas intenciones de su hermana, y no pudo evitar notar, de nuevo, la falta del anillo de promesa en su dedo anular. Eso le sumó aún más peso al pesar de su pecho.

De mala gana, responde con un emoji de corazón y toma su chaqueta, resignada a no poder pasar otra noche trabajando para no pensar en Tad. Sabe que si no se encamina ya mismo a casa, Anna seguirá escribiéndole, e incluso llamará a alguien para ir por ella. Y también sabe que no es mala su intención, pero ella no entendía.

No cuando su muñeca ya tenía plasmadas unas iniciales.

Eran pocas las personas que llegaban a sus veinticinco sin encontrar a su alma gemela. En esos años, Elsa asistió a más bodas de las que puede contar. Ahora, todos sus amigos estaban instalados, con hogares en formación, o simplemente en parejas, luciendo esas marcas en sus muñecas para reafirmar que la persona con la que estaban era la correcta. Pero ella... ella cumplió treinta la semana pasada y su muñeca sigue limpia, como si nadie en los siete billones de habitantes en el mundo hubiese sido diseñado para ella.

En algún momento intentó prescindir de la marca. Unas simples iniciales que se tatuaban repentinamente en tu muñeca con el primer encuentro de miradas no le impondría a quién amar y a quién no.

No tardó en encontrar a otra alma incompleta, igual de rebelde que ella y se enamoraron profundamente. Tadashi fue lo mejor que le pudo pasar, todo lo que esperó de una persona, se enfrascó en una realidad alterna donde no necesitó del destino o la casualidad para amar y ser amada. Todo era perfecto.

Hasta que una noche hace un mes, Tadashi entró a la casa con las mejillas encendidas en fuego y una mirada que oscilaba entre la más pura dicha y la más amarga lástima.

Lástima por ella.

Pues en su muñeca, llevaba materializada la peor pesadilla de Elsa: las iniciales de otra persona. Otra mujer.

No fue su culpa, de ninguno, Tadashi tan sólo la conoció en el trabajo y lo primero que sintió tras verla, fue el calorcito en el antebrazo que se arrastró hasta su dorso y dio la vuelta en la muñeca para llegar en forma de una A y una M. Aiko Miyazaki. Pero sus amigos la llamaban Honey Lemon. Era radiante y a Elsa se le hizo imposible odiarla. Tadashi se disculpó, e intentó animarla a encontrar a su propia alma gemela, pero ella se negó. Las probabilidades de encontrarla eran nulas, así que le dejó el anillo y besó su mejilla, deseándole lo mejor.

Por ahí vio que estaban planeando casarse, era obvio que no perdían el tiempo. Pero cuando literalmente tienes la certeza de que alguien es para ti, el mayor riesgo que se corre es una sobredosis amorosa. Sin sonar demasiado cursi, claro.

Estaba genuinamente feliz por él, Tadashi era un hombre increíble y no merecía menos, pero... ¿y ella qué?

Alzó los ojos a la luna mientras caminaba a casa y ella parpadeó, como encogiéndose de hombros. Qué jodido el amor.

Y qué jodido era tener que desviarse del camino usual para ir a casa también. En especial cuando la noche era fría y no estaba de humor para disfrutarla.

Bajando por una calle, llena de complejos de apartamentos, Elsa volvió a ver otra luz titilar. Esa farola a medio poner estaba a punto de caducar y la luna sería la única responsable de guiarla en sus pasos si es que quedaba a oscuras mientras pasaba por ahí. Suelta otro suspiro, reteniendo las lágrimas.

¿En esto se convertiría? ¿En una resentida con el destino?, eso era patético y todo por culpa de su tal alma gemela que no se le dio la gana de... nacer, quizá.

—¡Gracias de nuevo, señor Frost!— escuchó una vocecita gritar desde la cima de alguno de esos edificios. Una joven adolescente, de quince años tal vez. Agitaba su mano en dirección a la calle, cerca de donde estaba.

—¡Con gusto, Katherine!— le responde una voz masculina, fuerte y clara. Están a unos diez metros —¡No olvides repasar las fechas, eso es crucial para que ganes tu examen de historia!

El barullo acaba y Elsa no pretende siquiera levantar la mirada, pero hay algo... simplemente algo que actúa como si le tomara la barbilla y la obligara a mirar los ojos de ese apuesto joven que caminaba en dirección opuesta a ella. El destino.

Sus ojos colisionan porque parece que lo mismo le ha pasado a él. Y luego, su brazo comienza a entibiarse. Piensa que es un calambre y se queja cuando arrulla su muñeca, los dos se quejan al mismo tiempo y se acarician la zona para ver qué les ha picado.

J.F

E.A

Elsa abre los ojos en grande, sin poder creerlo, y se encuentra con que él la mira de la misma manera. Ambos aún separados por cinco metros, en silencio. Se analizan y beben de la imagen ajena.

Él tiene ojos hermosos y amables.

Ella tiene un porte sublime, excepcional.

Él sonríe con unos dientes blancos y preciosos.

Ella también, con unas adorables encías que le hacen una sonrisa de gomita.

Es preciosa. Piensa él. Incluso cuando parece que está llorando.

—Gracias a Dios,— suspira aliviada —por fin eres tú.

Corre los metros faltantes y le envuelve el cuello en un abrazo apretado, similar al de un reencuentro. Que lo era, pues ambos son almas gemelas que se perdieron en el camino, pero hallaron finalmente su lugar.

—Aquí estoy— suspira él—, lo siento, estuve ocupado.

—Yo también— responde Elsa.

Sin soltarse el uno al otro, se tambalean suavemente. No es torpeza, es una sutil danza al compás de una melodía que la luna les murmura al oído.

—Soy Elsa, Elsa Arendelle— se presentó.

—Lo sé, — responde Jack y ella lo mira extrañada —no sé cómo lo sé, simplemente lo hago y ya— ambos se ríen. —, mi nombre es...

—Jackson,— dice ella, como si fuera un secreto que siempre supo pero que sólo hasta ahora pudo contar —Jackson Frost, pero te gusta que te digan Jack —ríen de nuevo, sonrojados hasta las orejas —, yo tampoco sé cómo lo sé.

—Esto es tan raro...

Ella asiente.

—Lo es.

La luna suspiró satisfecha. Ya el trabajo de enamorarse era de ellos.

Hey, lamento cualquier error cometido. Por cierto... ¡Volví!
Espero les haya gustado, esperen pacientemente la quinta parte de Befriend. Se viene juerte.
Con amor, Nani.

Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora