1942 — Estados Unidos
En el tocadiscos, rotaba un vinilo de Louis Armstrong.
Elsa encontraba en su voz un sentimiento de consuelo y calma que desde sus quince años no sentía. La guerra se desataba a sus espaldas y las atrocidades que ahí acontecían los periódicos las narraban con un lujo de detalle que le resultaba inescrupuloso. Se muerde el labio, pensando en su hermana destrozada por la partida de su novio al frente de batalla, no han sabido de Kristoff en nueve días y Elsa comienza a creer que llegará pronto un soldado con sus insignias y gorro sobre una bandera cuidadosamente doblada a la puerta de su casa con devastadoras noticias. Sabe que Anna podría estar pensando lo mismo, puede leerlo en su cara, pero ninguna se atreve a decirlo en voz alta por miedo a cometer algún perjurio innecesario.
Ella por su parte, no se imagina teniendo un amor en la guerra. Era un mal innecesario que te arrebataba el sueño por las noches, tus pensamientos los cargaba la angustia y los arrullaba la incertidumbre, te revolcaban en la cama como tantas noches escuchó a su hermana hacer mientras buscaba conciliar el sueño entre lágrimas. Debía ser desesperante y se preguntaba muy a menudo lo que ella podría llegar a hacer en una situación similar.
Sacudió su cabeza. Eso nunca le ocurriría, quería pensar.
—¿Ya te vas?— Anna, carente de todo el brillo que la caracterizaba, la observa, luciendo diminuta, desde el umbral de la puerta.
Elsa termina con su perfume y asiente en silencio. Besa la mejilla de su hermana con cariño en cuanto la tiene al lado.
—No me esperes despierta.
Sale de la casa con el firmamento estrellado acogiendo sus pasos. Y bajo la luz de una farola su Jack le sonríe con tristeza.
—Hola, preciosa—. La saluda, dejando un beso en su frente a sabiendas de que el señor Arendelle lo observa fijamente desde el segundo piso de la casa.
—Hola, Jack.
Ambos emprenden su caminata al auto que los espera aparcado junto a la banqueta. Sentada y acomodada su falda en el asiento del copiloto, Elsa espera que Jack suba al piloto y es cuando le planta un beso querido en los labios.
—Te extrañé—. Susurra.
La expresión se Jack sigue entumecida, como si algo le doliera. Pero asiente sin mayor reparo y le regala otro pico antes de encender el motor camino a su lugar especial. La actitud comienza a hacerle ruido a Elsa.
En el recorrido, Jack no hace sus usuales bromas y apenas sonríe cuando las hace ella. Mantiene el rostro estoico en la carretera mientras se revuelve el cabello, oscuro y recortado, con pesadez. Acaba de notarlo. Sus adoradas hebras chocolate, estaban un poco más cortas a los costados y el volumen de mechones que permanecían arriba, estaban echados hacia atrás, mucho más ordenados de lo que solían estar. Se veía bien, bastante, pero era una imagen que sabía que Jack no habría escogido por su cuenta.
—¿Está todo bien?— le pregunta cuando el auto se detiene en el claro que solían visitar en sus citas.
Jack no responde, baja del auto y le abre la puerta sin poderla mirar a los ojos.
—Anna está bastante mal por lo de Kristoff, espero honestamente que esté bien— comenta, desesperada por hacer conversación en ese ambiente tan asfixiante.
Pero contrario a lo que esperaba, parece que el efecto fue peor, Jack tensa la mandíbula pero tararea de acuerdo mientras busca la canasta de picnic en la cajuela, aunque el nudo en su estómago no le permita sentirse entusiasmado por la comida.
—¿Sabes? En unas semanas se estrena esa película que tanto querías ver. Pensaba que podríamos ir a verla.
Jack vuelve a responder con silencio unos instantes.
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Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]
FanfictionPorque amo las historias de amor, sobretodo si son cortas y porque Jack y Elsa son mi OTP. -Historia totalmente mía. -Para adaptaciones primero contactarse conmigo . -Es inadmisible cualquier copia parcial o total. -Los personajes no me pertenecen. ...