"Silenzio Bruno!" Drabble

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Verano de 1957

Hacía un frío particular en Burgess considerando que eran las doce del medio día a principios del estío. Pero a Jack no le angustiaba. Era Burgess, todo llegaba tarde, era normal que las mermas del clima primaveral permanecieran letárgicas por los próximos cinco días hasta que el sol calentara la ciudad por completo, dando oficialmente bienvenida al verano.

Tres semanas atrás, había lanzado el birrete junto con sus tres mejores amigos; recibió un diploma, felicitaciones e incómodas preguntas sobre lo que planeaba hacer con su vida. Los padres de Elsa estaban ahí, pues eran viejos amigos de su familia y deseaban darle los mejores deseos, quien faltó fue ella, que ya se había graduado unos días antes.

Siempre fue una estudiante modelo, dedicada, sobresaliente. Así que una carta del mejor internado femenino en alguna provincia cercana a Portorosso, no fue una sorpresa para ninguno, pero sí un importante paso para ella.

Él, sin dudarlo, la alentó a tomar la oferta. Era una educación prestigiosa en medio de los preciosos paisajes de la riviera italiana, mucho más de lo que Burgess podía ofrecerle. Le sonrió esa vez que se despidieron en la estación del tren, y se obligó a contenerse hasta que ella estaba lo suficientemente lejos como para ver sus lágrimas silenciosas, escurriéndose en el borde de su barbilla. Ella probablemente no regresaría, conocería personas nuevas y se enamoraría de alguien más.

Aunque no es que ella sintiera algo por él ni mucho menos, él estaba absolutamente seguro de que su ingenuo amor por ella era unilateral, y de no serlo, jamás se enteraría.

Porque la carta donde todo su sentir y emociones hacia esa muchacha se condensaba en letras, plagando de tinta el papel, yacía arrugada por sus dedos en algún espacio de los bolsillos del pantalón que usó ese día que la vio por última vez. Empujada por su cobardía e inseguridad.

Entonces, hace dos tardes, cuando Jack completaba la lectura de su carta de admisión a la universidad de Portorosso, Anna Arendelle apareció conmocionada en la puerta de su casa. Con un papel en la mano, lo obligó a leerlo sin decir palabra y recibieron la maravillosa noticia con un abrazo apretado. Elsa regresaría por el verano antes de entrar a la universidad.

Y así era como había llegado ahí. Petrificado en medio de un tumulto asfixiante de personas que, al igual que él, recibían a sus seres queridos en la terminal, mientras esperaba ver a Elsa en alguno de los vagones del tren que venía llegando. Las flores, tan coloradas como sus mejillas, pesan en sus manos y las lastiman un poco con sus tallos. Pero el dilucidar la silueta primorosa de quien, aún después de once meses, acelera su corazón, lo hizo olvidar por completo la incomodidad en la piel de sus palmas enrojecidas y correr al compás del traqueteo que el tren ocasiona mientras se detiene frente a ellos.

—Hola, tú— lo saluda ella con una sonrisa blanca, emocionada.

—Hey, Els.

Ambas caras resplandecen y se sonrojan al verse, de alguna extraña forma, cambiados. Ambos dejaron la desastrosa pubertad de lado y, en menos de un año, se habían convertido en los dos atractivos jóvenes que se abrazaban con ternura en esa estación.

Él la abraza contra sí, temeroso y prometiéndose jamás dejarla ir de nuevo. Inhala hondo y el olor de la manzanilla en su cabello le cosquillea la nariz, le da una bofetada con la más suave de las plumas. Ella por su lado, deja que sus pies cuelguen flojamente junto a las maletas que ha arrojado en cuanto lo vio, pues está mucho más alto de lo que recuerda y con suerte le llega al pecho. Deja la punta de su nariz escondida en el ángulo tras la oreja ajena y se aferra al cuerpo que la levanta suavemente, quiere decirle cuánto lo ha extrañado, que no hubo un día en que no pensara en él. Pero el golpeteo de los suaves pétalos a su espalda la ponen alerta.

Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora