"It's a love story" one-shot

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No me funen, porfi. Haré lo posible por traerles algo de Halloween. Por ahora les traigo esto.

PD: Escuchen la canción para mejorar la experiencia.


A veces, cuando cierro los ojos, tengo la fortuna de transportarme de vuelta al presentimiento de que algo grande acontecería en mi vida el día que lo conocí. Además de la expectativa, cuyo origen no pude descifrar en su momento, sentía un calor sofocante. Mis padres habían insistido en que todos mantuvieramos las puertas y ventanas cerradas para mantener a los molestos bichos afuera, pero me bastó con hacerle ojos de perrito mojado al ama de llaves para que ella suspirara, resignada, y accediera a guardar silencio si es que mis padres se enteraban de mi desobediencia.

Acababa de llegar de clases de piano, aún tenía la partitura moliéndome la cabeza y necesitaba aire fresco por primera vez ese verano. Increíblemente no me sorprendí cuando vi a Jack, de catorce años en ese entonces, trepado en las ramas del árbol que besaba suavemente con sus hojas mi balcón. De nuevo, recuerdo que ese día algo me dijo que pasaría algo, entonces inmediatamente supuse que mi encuentro con Jack era lo que estaba esperando.

—¿Qué estás haciendo?—, pregunté, más por compromiso que por curiosidad.

Jack me miró, alarmado, y se llevó un dedo a los labios, siseando.

Yo seguí en silencio su mirada, y resulta que bajo nuestros pies había un grupo de tres chicos; una rubia, otra pelirroja y un castaño, que lo llamaban por su nombre. Jugaban a las escondidas y él era el único que faltaba.

—Estás invadiendo mi propiedad, atentando contra mi seguridad y la tuya... ¿Y te atreves a callarme?—. Estaba tan aburrida e interesada por su cabello y actitud rebelde, que simplemente se me ocurrió reñir.

—¿"Atentando"?, ¿Quién demonios habla tan elegantemente en estos días?—, contestó en un susurro.

Yo alcé la barbilla, orgullosa y poco ofendida, varias veces me lo habían dicho, no me molestaba.

—¿Quién demonios juega a las escondidas estos días?—, repuse.

Él abrió y cerró varias veces la boca.

—Tú ganas. Ambos somos raros—, dijo y volvió a centrar su atención en sus amigos.

—Yo no soy rara, solo me gusta nutrir mi léxico—, dije, pero él no pareció cambiar de parecer. Seguía con esa misma mirada en su rostro, como quien tiene algo más en la lengua para decir.

—No es solo eso, eres rara porque nunca sales. Esta es literalmente la primera vez que te veo en toda la vida que llevo viviendo en este vecindario—. Lo dijo serio, sin molestarse en ver mi reacción.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero me las tragué, convenciéndome de que sus palabras no me importaban.

—Ser reservada no me hace rara.

—Tal vez no, pero todos creen que lo eres.

Si escuchase las mismas palabras hoy en día, probablemente no habría risa más escandalosa que la mía. Pero mi suceptibilidad a los trece años, me derrumbó el mundo en segundos. ¿Cómo era posible que personas que no me conocieran lo absoluto fueran tan groseros?

No dije nada ante eso, en cambio, me aclaré la garganta para no llorar y grité a los chicos de abajo:

—¡Oigan! ¡Está aquí!—. Lo señalé con el índice y cerré la puerta de mi balcón sin molestarme en despedirme o responder a sus reclamos y quejas.

Éramos muy jóvenes cuando nos vimos por primera vez, la inmadurez era otra parte desproporcionada además de nuestros cuerpos en pleno desarrollo, pero esas palabras me torturaron por un buen rato. Hasta mediados de mi adolescencia que es cuando lo volví a ver.

Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora