—Okay, probemos una octava más arriba.
Desde que era niña, la música fue lo suyo. Amaba las canciones que su madre ponía en la radio mientras preparaban galletas; más tarde, entraba a hurtadillas en el estudio de su padre para sacar las melodías en el viejo piano de cola.
Anna la acompañaba con su bonita voz y ella a veces se animaba a seguirle, pero siempre supo que prefería estar más en la composición de la pieza que en la pieza per sé.
Entonces, a partir de los quince, que es cuando todos te preguntan por tu futuro, ella respondía con absoluta seguridad: "Quiero ser productora musical."
Evidentemente las burlas no faltaron.
Sus tías le sonreían falsamente, pellizcaban sus mejillas y se giraban más tarde para comentar veneno entre ellas. Sus primos, lejos de ser más empaticos que sus padres, eran más directos con las burlas y comentarios crueles.
Aunque estaba mejor eso a que hablaran de ella a sus espaldas.
Anna y sus padres siempre la alentaron, Anna sacrificaba horas de su popular adolescencia para ayudar a su no-tan-popular hermana mayor a perfeccionar varias de sus composiciones y demos. Iduna y Agnarr, por su parte, movieron contactos y buscaron para ella las mejores oportunidades, financiando sus cursos de piano, violín, guitarra e incluso técnica vocal. Algo que ella no olvidó mencionar en el futuro, cuando ganó su primer premio de la academia como compositora del año, convirtiéndose en la productora más joven en ser galardonada por los premios Disneyworks.
A sus veintiséis años, consiguió todo lo que alguna vez soñó.
Y tal vez, algo más. Algo que no pidió.
—¡Buenos días!—. La colonia dulce, masculina, le dice de una vez quién es sin siquiera voltear.
De pie, con una bandeja de cafés en la mano, Jack viste simple, sencillo, como la primera vez que lo vio. Sólo que ahora sus joggers son Gucci y su sudadera Louis Vuitton.
Aún recuerda verlo sentado en la sala de ensayos, inseguro, un poco más bajo y de dieciocho. Supuso que era otro de los genéricos muchachos que llegaban clamando tener un talento especial, que... sí había talento, pero nada especial. No obstante, cuando Hans, uno de sus colegas, prácticamente le rogó que lo escuchara cantar, algo en ella se removió.
Hans Westergard, en su tiempo trabajando ahí, se ganó la fama de ser exigente, poco impresionable. Casi igual a Elsa, sólo que ella era un pez más gordo, no cualquier artista lograba trabajar con ella. Y que estuviese casi de rodillas por que le diera una oportunidad a ese chico le causaba una curiosidad intensa por saber qué tenía de especial.
Y en cuanto Jack abrió su boca y las primeras estrofas salieron, Elsa supo que Hans Westergard había encontrado oro puro.
Era el tenor más exquisito que alguna vez había escuchado, técnica impecable, y ese talento... claro que había detalles, como la respiración y los registros, pero nada imperdonable. El muchacho que Hans había escuchado cantar en el pasillo de frutas de un supermercado local, era sin duda la próxima gran estrella de esa empresa.
"¿Cómo te llamas, niño?" Le había dicho cuando terminó.
"Jackson Frost." Estaba confundido, él sólo fue por un mandado de su madre.
"Mmh..." "Jackson es un lindo nombre, pero poco memorable."
"Mis amigos me dicen Jack." Se encogió de hombros.
Hans y Elsa se miraron con una sonrisa cómplice.
"Entonces ahora serás Jack Frost, apréndetelo porque a partir de ahora, todos sabrán tu nombre, de eso me encargo yo."
ESTÁS LEYENDO
Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]
Fiksi PenggemarPorque amo las historias de amor, sobretodo si son cortas y porque Jack y Elsa son mi OTP. -Historia totalmente mía. -Para adaptaciones primero contactarse conmigo . -Es inadmisible cualquier copia parcial o total. -Los personajes no me pertenecen. ...