Fuimos al parque acuático con las chicas.
A mi no me gustaba mucho los zoológicos, bueno, no era un zoológico exactamente pero para mí lo consideraba como una cárcel de animales.
A mi hermana le encantaba ir cuando éramos pequeños y me obligaban a ir los domingos por mi hermana.
Pero pasaba la tarde con ellas dos.
Veíamos a peces distintas de otras especies, delfines, orcas, todas parecían felices.
Creo que cada animal debería estar en su hábitat.
Tamara tenía hambre, fuimos a un puesto de dulces, ella tomó una piruleta de forma redonda, y de colores.
Kayla me ofreció pero me negué.
Eran las 18:00.
Era la hora que empezó el show de esa tal foca.
Subíamos las escaleras de la grada hasta sentarnos arriba del todo y nos sentamos.
Tamara estaba en el medio, pero solo hablaba con Kayla.
Ambas hablaban sobre la foca Willy.
Willy, por dios...
¿Quién le pone Willy a una foca?
Cuando empezó el show, Tamara no me le quitaba la mirada a la foca.
Y Kayla se me quedaba mirando a veces de forma fijamente.
Yo me estaba sintiendo intimidado por su mirada pero yo también la miraba.
Sentía que me sonreía con inocencia, tocaba su pelo a veces, pero notaba que su mirada estaba apagada.
Creo que Kayla no es mala persona, de la poco que la conozco, es una persona entregada a las cosas que le gusta o incluso a las personas más allegadas, pero en momentos puntuales, es difícil conocerla.
Es la persona más rara y misteriosa que he conocido, como si algo ocultase.
No lo sé.
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Cuando terminó el show, nos fuimos a comer a Taco Bell.
Tamara quería ir a comer allí, y claro, cumpliríamos deseos de la niña.
La situación estaba más suelta, Tamara hablaba más conmigo sobre la experiencia en el parque acuático.
Pero era una niña borde, a veces daba contestaciones cortante, para solo tener nueve años.
Cuando terminamos de cenar, fuimos al coche de Kayla.
Me quedé mirándola por segundos.
—Llévame al gimnasio, allí tengo mi moto y no me apetece madrugar mañana temprano.—dije mientras la miraba.—
—Vale, pero creo que es mejor que te lleve a casa directamente.—
Negué con naturalidad mirando al frente y Kayla empezó a conducir.
—¿Qué harás esta noche?—pregunté siendo neutro.—
—Llevaré a Tamara a su casa, su madre la tiene que estar esperando.—
Asentí, alzando mis cejas.
—¿Por qué?—preguntó con curiosidad ante mí pregunta.—
—Por si...—dije, pero decidí callarme, echando la vista hacia atrás mirando a Tamara y luego la miré.— Llevemos a Tamara.—