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Tenía diecisiete años cuando conocí a Son Hyeju, la hija de Son Mina Sharon III, dueña de "JYP", una de las mejores marcas de electrodomésticos en el mercado. Nunca le había puesto demasiada atención, y probablemente hubiese seguido así si no hubiese sido por unos de los profesores. Me pidió que le diera apoyo en una tarea de equipo... la idea no me entusiasmaba en lo más mínimo, pero no iba a dejar ver eso, ¿verdad? Así que puse una de mis tantas ensayadas sonrisas... y accedí de buena gana.

Sorpresivamente, Hyeju se comportó como una compañera bastante aceptable: hacía lo que le pedía y estudiaba lo que le señalaba sin rechistar, con resultados bastantes positivos. Tal vez la había juzgado mal, pensé, mientras la observaba escribir en silencio con esa letra tan irregular suya.

De verdad trataba de entender un poco de qué iba Hyeju: le gustaba ir por la vida aparentando ser una paria, pero en realidad era muy popular. Era muy atractiva; la miraba y no podía evitar pensar que lucía como una Blancanieves misteriosa, con su piel tan nívea y esos labios rojos y peculiares. Además, la muchacha no era tonta y yo ya lo había constatado... de hecho descubrí que su mente era bastante aguda, lo cuál la hacía aún más intrigante.

-No entiendo esto de aquí. -me dijo meneando el libro frente a mis narices. Parecía bastante frustrada, tanto que no había notado el escrutinio con que la observaba.

Le expliqué de la manera más sencilla posible, y al cabo de un rato, lo comprendió. Mi nueva compañera no resultaba tan desagradable como pensé al principio.

Lo interesante, vino después.

Había sido un día de lo más funestos: primero, una airada discusión entre Jimin y mi padre. Al parecer, mi hermano se perdió casi toda la semana de clases en la escuela por irse a la "Semana de la moda" en Nueva York. Nuestro padre estaba furioso: amenazó con cancelar todas sus tarjetas de crédito, pero sabíamos que en realidad nunca lo hacía; temía demasiado encontrar el punto de quiebre de Jimin y hacer que éste dejara todo por cumplir su sueño. Claro, en ese tiempo ignoraba que era lo que terminaría haciendo (no sin un poco de mi ayuda), pero consentía tanto a su hijo como le era posible, esperanzado en hacer que Jimin recapacitara y continuara el negocio familiar con tal de no perder su estilo de vida. Qué iluso fue mi padre; a Jimin lo único que le importaba era su moda.

Segundo, una de las maneras que tenía para dejar salir un poco de frustración, era encerrarme en uno de los laboratorios de la escuela, los profesores me conocían bien y dejaban que dispusiera de ellos como mejor me placiera, pero ese día no fue el caso. Resulta que hubo una fuga que dejó inundado el edificio principal, y la escuela sería cerrada hasta el día siguiente. Suspiré, exasperada. Saqué mi teléfono y le envié un texto a Hyeju avisándole que la esperaba en mi casa a las cinco de la tarde. Tal vez estudiar un poco en su compañía podría distraerme.

Llegué a mi casa y cerré mi habitación de un portazo. Mi mal humor se vio acrecentado al notar que la puerta seguía rota y no había cerrado bien. Había notificado de esto desde la mañana y esperaba que se hubiese encargado alguien de esto mientras estuve afuera. Azoté la puerta unas cuantas veces más, hasta que me sentí más tranquila y la dejé tan cerrada como pude.

Me senté frente a mi computadora y la encendí con pereza. Todavía quedaba un rato para que dieran las cinco, además Hyeju no era demasiado puntual para mi gusto. Podría terminar de ver la conferencia que había dejado incompleta la noche anterior cuando me llamaron a cenar, o podría ver las noticias, o podría...

No, eso no. No podía.

Me reí un poquito entre dientes. Tampoco era para tanto, había sido algo tonto, inocente incluso.

Había pasado hacia unas dos semanas, tal vez. El nuevo video de un artista de mi gusto, iba a ser lanzado ese día y lo esperaba con emoción. Al final del día, encontré el susodicho video... o eso pensé. Busqué infructuosamente durante varias horas y al final había dado con aquel link de descarga. No me inspiraba demasiada confianza, pero no perdía nada con probar.

El video se descargó bastante rápido y en cuanto hice clic en "Reproducir" ... bueno; un video sí que era, pero no el que yo esperaba. Dos chicas, ambas rubias, estaban en algo que parecía ser el lujoso tocador de un hotel. Ambas estaban totalmente desnudas... y rasuradas.

Cerré de golpe el reproductor y comencé a reír histéricamente. Pensé, en mi asustada mente, que tal vez era un castigo de Dios por haber descargado un video con un programa ilegal.

Qué idiotez: yo era atea. Simplemente me había impacientado y había caído en la trampa de un troll. Tan sencillo como eso. No había pensado en eso hasta ese día, y el video seguía en la carpeta de descargas.

Moví el puntero varias veces, nerviosa. Sentía curiosidad por saber... ya saben. Con una mano temblorosa, volví a reproducir el video.

Volví a ver a las chicas del video, esta vez conteniéndome para no volver a detenerlo. El video tenía un fondo de música instrumental, cuyo ritmo relajado contrastaba con lo que sucedía en el filme. Minutos después, tenía los ojos muy abiertos para no perder detalle y justo cuando mi mano izquierda estaba a punto de cobrar vida propia, el video finalizó.

Parpadeé varias veces y me enderecé en mi silla, que emitió un chirrido. Me había pegado tanto a la pantalla que parecía querer meterme en ella Me sentí un poco avergonzada... y caliente. Sentía mis mejillas encendidas y de repente, hacía muchísimo calor. Apenas había notado que tenía mi falda estrujada tan fuerte en la mano, que mis nudillos se habían puesto blancos como papel. Me levanté tan rápido que tiré algo y me deshice de mi ropa cuando noté que mi mano había cobrado vida propia y estaba peligrosamente cerca de un área que creo no tener que mencionar, ¿verdad? El sofoco que sentía era más del que podía soportar, así que rápidamente quedé en ropa interior y me metí a la regadera para templarme un poco antes de que Hyeju llegara a estudiar.

Salí envuelta en una toalla y con enojo comprobé que la puerta estaba entreabierta. Justo cuando iba a ponerme cualquier cosa para bajar y descargar mi ira preguntando por qué mi puerta seguía así, recibí un SMS de mi compañera.

"Hola perdón pero no podré ir hoy, recordé q tengo algo q hacer"

Y nada más. Me froté las sienes con molestia, podía percibir un dolor de cabeza aproximándose a pasos agigantados; lo único que faltaba para rematar el día era eso. Suspiré con resignación mientras rebuscaba en los cajones para encontrar una aspirina y me olvidé por completo de Hyeju.

Cherry Popper | HyewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora