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El resto del día fue más de lo mismo: un día normal en la compañía. Me resultó extraño no ver a Chris por ninguna parte, pero el misterio quedó desvanecido cuando este me llamó brevemente para decirme que estaba ocupado.

Por eso mismo me sorprendió verlo sentado en la sala cuando llegué del trabajo. Tenía una expresión muy seria y sostenía ante sí su teléfono celular, observándolo como si se tratase del objeto más interesante en el mundo.

—Estuviste fuera todo el día.

Su voz era neutral.

—Sí, estuve ocupada. —jugué un poco con las puntas de mi cabello. — ¿Chris? Hay algo de lo que me gustaría...

— ¿Chae? —volteó a verme. Seguía sosteniendo el teléfono ante sí. —Hay algo que me gustaría saber.

—Eh... sí. Dime. —respondí encogiéndome de hombros.

—Quisiera saber por qué de repente recibí una llamada diciendo que te estás acostando con Son Hyeju.

Estaba muy serio. Sus ojos lucían como un par de glaciares y sus labios estaban apretados en una delgada línea.

Y ahí estaba: el resultado de todo lo que estuve haciendo durante meses.

—Pero qué dices. —articulé con una risa.

—Imagínate que de repente estoy en la oficina y recibo una llamada, ni más ni menos que a mi número particular, ese que sólo tienen unas cuantas personas en el mundo y lo siguiente que escucho es que mi novia está teniendo una aventura con la estrella del rock del momento. —me sonrió con amabilidad fingida. — ¿A que suena loco?

—Qué disparate.

Ninguno dijo nada. Pensé que nos quedaríamos ahí para toda la vida, observándonos el uno al otro hasta que él alzó la voz.

—Mierda, ¿no vas a decir nada más?

Dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa y se levantó abruptamente, parándose frente a mí y me hizo retroceder.

Me quedé callada. Mi voz, a la que necesitaba tan desesperadamente en ese momento, me abandonó por completo mientras me quedaba bajo la mirada furibunda de mi novio. Cerré los ojos, tomé aire y dejé caer los hombros, abatida.

— ¿Qué esperas que te diga?

—La verdad. Todo.

Inhalé profundamente mirando hacia un lado, divisando las luces de la ciudad a través de la ventana. Bajé la mirada, fruncí los labios y asentí.

— ¿Quién te hizo esa llamada?

—No lo sé, simplemente estaba revisando los reportes semanales y entonces me llama una loca diciéndome eso. Dijo algo así como "señor Bang, no me parece justo que nos estén usando de esa manera", o algo por el estilo... ¡¿Es que no me vas a decir nada?!

—Bueno, pues es verdad. —admití al fin, sintiendo como si me hubiese arrancado una curita de golpe.

Por fuera aparentaba estar muy tranquila, pero la verdad era que mi estómago estaba revuelto y por un momento temí vomitar ahí mismo. Christopher se quedó estático, pero se apartó y comenzó a caminar por todas partes enseguida.

— ¿Cuándo empezó esto?

— ¿Qué importa?

—Importa, porque quiero saber por cuánto tiempo he sido el idiota del cuento. —comenzó a reírse, pero esto no llegó a sus ojos. —Y ella lo sabía... La jodida... Son... Mina... lo sabía.

—Chris...

—No te acerques, quédate allí.

Habría preferido gritos y las cosas que la gente hace cuando está fuera de sí. Y Christopher sí que lo estaba, pero yo sólo podía afirmar tal cosa porque lo conocía, pero me sentía diez veces más culpable con estas reacciones suyas. Era como revivir lo sucedido con Jin una y otra vez.

—Chae, responde, carajo.

—No lo sé, después de la subasta. —fue mi vaga respuesta. —No le veo el sentido práctico a estar hablando de esto...

—De modo que me fui de viaje y tú estabas... —alzó la mano y la dejó caer enseguida. —Mierda.

—Iba a decírtelo, Chris, de verdad. —expliqué. —Esta no era la forma.

—Sí, seguro que sí. —respondió con sarcasmo.

— ¿Crees que disfruto el hecho de que algún ligue de Hyeju vaya por ahí revelando detalles de mi vida personal?

— ¡Sí, pero qué tragedia! ¡Tu novio se entera de que es un cornudo y tú aquí eres la víctima! —entornó los ojos, incrédulo. —Mierda, Chae, sabía que tenías uno o dos problemas, pero no pensé que alcanzaras tal nivel de cinismo.

No dije nada y él salió dando un portazo.

—Soy una mierda.

Y me reí. Le quité el seguro a una granada y me la quedé en mano por demasiado tiempo, hasta que me explotó y salpiqué a todos los que estaban a mi alrededor. Seguí riendo por un largo rato hasta que las lágrimas comenzaron a salir. Había cometido tantos errores que la vida no me iba a dar para enumerarlos.

Fui tan orgullosa y estaba tan segura de que podría salir indemne de todo que al final acabé lastimando a personas en el proceso. Lloré hasta que me dolió la cabeza, y una vez que estuve en cama no dejé de revolverme en esta, intranquila.


Cherry Popper | HyewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora