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No tenía ganas de llegar a casa pronto... De todas las temporadas del año Mina tenía que elegir esta para quedarse, por lo que era preferible estar en el agobiante sopor de la escuela. Estaba acostada en la cama de la enfermería como ya llevaba haciendo cada día al salir de clases, observando cómo el viento movía las cortinas como si estuviese en trance cuando escuché que la puerta se abrió.

Pensé que era la enfermera y ya esperaba escucharla hablar acerca de cualquier cosa por la que estuviese quejándose esta vez, o incluso preguntándome "¿No tienes una casa a dónde ir?" en tono de regaño cariñoso, aquel que usaba para hablar siempre conmigo.

Silencio.

Me incorporé levemente a tiempo de ver el brillante cabello menta de Chae. Ese día lo llevaba peinado en una coleta, con el creciente flequillo sobre la frente a modo de cortina sobre sus ojos.

— ¿Me puedo sentar? —preguntó señalando una silla junto a la cama.

—Sí, claro. —dije haciendo un gesto con la mano a modo de invitación.

— ¿Te sientes mal? —preguntó.

—Eh... No en realidad. Sólo vine a procrastinar.

—Bueno, eso es un alivio. —respondió en voz baja.

Alisarse la falda, tirarse la punta de los cabellos, acomodarse el cuello de la blusa... todas esas eran señas de Chaewon al estar incómoda o nerviosa.

— ¿Tú te sientes mal? —pregunté. No se me ocurrió la posibilidad antes así que hice amago de levantarme de la cama. Hasta olvidé que la enfermería era un lugar al cuál ibas al sentir malestar, no al querer perder el tiempo. —Discúlpame, la enfermera salió un momento y yo no...

— ¡No, no! Estoy bien, de verdad. —me calmó ella deteniéndome con la mano. El contacto me erizó la piel y juraría que a ella le provocó lo mismo. —Sólo venía a verte porque llevas varios días haciendo lo mismo.

Entorné los ojos, sin saber qué decir o tan siquiera pensar.

— ¿Me estás espiando?

—No es espiar si lo haces a plena vista de todos.

—Bueno... —me encogí de hombros. —Sólo quería estar aquí.

Chae se enderezó en la silla, me miró de reojo y habló con el tono que usaba para explicarme las lecciones del día.

— ¿Sabes que a veces comenzamos a notar cosas de la gente con la que convivimos? Ciertos detalles pequeños... Sin importancia, dirían algunos.

— ¿Cómo cuáles? —pregunté sin entender muy bien de qué hablaba.

—Algunos tics, pequeños cambios de humor, palabras entre líneas... cosas así.

—Como cuando me evitas y piensas que no me voy a dar cuenta, ¿no?

Chae se puso roja, pero en sus labios había una sonrisa de culpabilidad.

—Sí, eso precisamente.

— ¿Qué hay con eso?

—Algo te pasa.

— ¿Y eso lo sabes porque...?

—Porque normalmente eres insoportable y ahora mismo estás muy calmada.

— ¿Es eso? ¿Esta es tu forma de reclamar mi atención? La enfermería está sola y...

—Ahora tratas de desviarte del tema, pero no te será tan fácil.

— ¿Por qué te importa? —pregunté a la defensiva. —Por lo regular tratas de no cruzarte en mi camino y lo peor es que quieres que no lo note.

— ¿Por qué te importó verme mojada por completo aquel día? —sacudió la cabeza para apartarse el cabello y así poder mirarme a detalle. — ¿Por qué te importó cantar para mí cuando te lo pedí? Pudiste haber dicho que no.

Me quedé callada, no por sorpresa ante su pregunta, sino porque ni siquiera sabía cómo responder. Me quedé pensativa tratando de obtener una réplica satisfactoria, sin éxito.

—Sí, yo tampoco puedo decirte por qué me importa. —dijo interpretando mi silencio. —Pero qué más da. Así que algo te pasa, y yo lo sé y ahora estoy aquí para escucharte hablar de ello.

— ¿Y si no quiero hacerlo?

—Entonces hablemos de otra cosa.

Me reacomodé en la cama, mirando al níveo techo.

— ¿Traes goma de mascar?

—Me ofendes. —respondió rebuscando algo en su mochila y poniéndome el pequeño paquete de goma en la mano.

Comencé a hablar, primero de forma escueta, pero al cabo de un rato las palabras salieron en torrente al punto que temí no poderme callar nunca. Hablé tanto y a ratos ella me hacía preguntas, al punto que la enfermera entró para avisarnos que estaba por cerrar –la presencia de Chae no pareció sorprenderle –e incluso al salir seguimos con la conversación. Terminé por llevarla a su casa, lo mismo al día siguiente. A veces nos visitábamos por las tardes y eso se convirtió en costumbre.

En ese momento era feliz, o tanto como podía serlo hasta entonces.

En ese momento era feliz, o tanto como podía serlo hasta entonces

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Cherry Popper | HyewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora