...

168 30 2
                                    

Me levanté con la sensación de que mi cuerpo estaba hecho de cartón. A mi lado Hyunjin se revolvía.

—Me despertaste. —murmuró. — ¿Por lo menos tienes algo para animarme?

Hyunjin no será modelo por mucho tiempo, pensé mientras veía el fino polvo blanco en la mesita de noche. Comencé a dividirlo en líneas con una tarjeta de crédito que seguro habría visto días mejores y tomé un arrugado billete de cien. La cocaína es la aspirina de los ricos, es lo que decían, y por dios, que yo era muy, muy rica.

¿Es así como quieres pasar tu vida, Hyeju? ¿Aspirando perico por las mañanas después de una noche de alcohol y una lista más de vandalismo a tu nombre?

—Hye. —me apremió.

—Ya voy. —le espeté. Me enfureció escuchar que me llamase así. —Toma.

Él alzó una ceja, como preguntando si yo no iba a querer, pero negué con la cabeza y se encogió de hombros. Me sentía de la mierda y tener a Hyunjin a mi lado no me hacía sentir mejor. Mientras él se ocupaba yo abrí un cajón y saqué las hojas arrugadas a las que me había aferrado desde que salí del evento, conservándolas con celosía aún con muchas copas de más y Hyunjin encima.

— ¿Qué te pasa?

—Nada. —respondí como autómata. Estaba leyendo los garabatos que escribí la noche anterior justo antes de que Jimin me encontrara. Recordaba muchas de esas frases y palabras: era la canción que comencé a escribir en mi habitación esa calurosa tarde de un verano en que Chae se marchó. No había sabido cómo terminarla en ese entonces, pero sabía bien qué hacer con ella ahora.

—Te pusiste muy rara ayer. —contestó él frunciendo las cejas. Su mandíbula cuadrada y su bien definido rostro contrastaban con los rasgos de la persona en la que pensaba, pero yo no quería dejar de pensar en ella.

—No quiero hablar de ello. —respondí y él se puso más suspicaz. Antes de que pudiera responder algo más me puse en pie. —Voy a salir a correr un poco, ¿vale?

—Corres demasiado. —murmuró él, pero lo dejé hablando sólo.

Pero la verdad es que no solo me fui a correr, sino que también compré un boleto de avión a Los Angeles. Estaba desvelada, desaliñada y más que una top model me parecía más a alguien que estaría pidiendo limosna en el metro, con la sudadera gigante que conseguí ponerme antes de salir antes de llegar al aeropuerto unos días después, luego de escaparme de Hyunjin sin más explicación. No pensaba contestar llamadas de mi agente, de Chanyeol o de la mismísima jefa de Discordia. Necesitaba hacer algo.

"Ojalá esté en casa", pensé mientras me acercaba.

Él estaba inclinado sobre algo, trabajando con movimientos precisos y enérgicos. Usaba una de sus típicas camisas y gruesas gotas de sudor le caían por el cuello. Observé que trabajaba con madera.

—Hola, leñador.

Dejó su labor enseguida, pero no se volteó. Se quedó muy quieto, seguro aguzando el oído para ver si no había sido su imaginación. Después de un par de segundos se dio la vuelta muy despacio y una sonrisa socarrona se instaló en su cara.

—Vaya, vaya, vaya... La hija pródiga regresó. —Me miró de pies a cabeza y chasqueó la lengua con desaprobación. —Para ser modelo no te ves muy bien.

—No me siento bien. —declaré.

—Se nota. —Me señaló con el martillo. — ¿Nadie te ha dicho que esto es California? Seguro que estamos como a cuarenta grados o algo así.

Haciendo clara referencia a mi sudadera. Le sonreí.

—Un poco de calor no empeorará mi situación.

Cherry Popper | HyewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora