Capítulo 9: La voluntad de un soberano

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Una de las actividades en las cuales más destacaba Ancel era montar a caballo, su peso y figura le convertían en alguien bastante ágil. Por lo cual, podía perfectamente bajar y subir del caballo sin ayuda e incluso cuando este se encontraba en movimiento. Sin embargo, ese día le apetecía dejarse consentir por Kenshiro. Y el alfa estaba divertido y encantado con ello. Así que cuando llegaron al primer punto en su recorrido, que se trataba de la Oficina de la Guardia de la Capital, Ancel no bajó del caballo, sino que esperó a Kenshiro para que le ayudara.

No necesitaron palabras para comprenderse: Kenshiro bajó del caballo y se dirigió rápidamente hacia Ancel, alzó sus brazos para recibirlo, en su mirada había calidez y ansias contenidas por el omega. Al igual que el alfa, Ancel también mostraba una mirada cálida, solamente dirigida hacia él, como si el resto del mundo fuera menos importante. Al ver los brazos abiertos de Kenshiro para recibirlo, no le hizo esperar más, se deslizó suavemente hacia él. En cuanto sus pies llegaron al suelo, estuvo atrapado entre los brazos del alfa. El aroma añejo y estremecedor del alfa impactó con fuerza a sus fosas nasales, se acercó lentamente a su cuello y olfateó un poco. Levantó su mirada, sintiéndose culpable, pero Kenshiro tenía una sonrisa suave.

—Gracias por acompañarme, Ancel. — Susurró el alfa. Kenshiro también aprovechó que lo tenía tan cerca para degustar su aroma, realmente, podría hundirse y perderse en este. Cada vez resultaba complicado contener un impulso mayor que podría afectarlos ante la mirada de los demás.

Ambos aún permanecían muy cerca. Adrien, Han y el resto de la guardia habían llegado, ninguno se atrevió a intervenir. Sin embargo, resultaba evidente que comenzaban a sospechar que existía algo más que amistad entre ambos príncipes. Pronto, sería inevitable que los chismes se expandieran. Aunque resultaba preocupante no parecía ser de conocimiento de los dos príncipes que se tocaban como si no les importase ser vistos.

—El general de la guardia de la ciudad no podrá negarse a ayudarnos. — Respondió Ancel a Kenshiro. — Además, se está tejiendo un plan de asesinato contra un príncipe imperial, contra ti, no podría no hacer nada.

Al fin se separaron, pero caminaron hacia la puerta de la oficina muy juntos, con sus dedos toqueteandose de vez en cuando. Por supuesto, los soldados que se encontraban apostados en la puerta como vigilantes conocían a Ancel. En cuanto lo vieron, se apartaron y le saludaron con respeto. Una vez adentro, varios sirvientes corrieron a atenderlos, mientras que uno fue a avisar al General de la Guardia de la Ciudad. En poco tiempo, fueron recibidos en la oficina del general. Por decreto real, todos los funcionarios y militares debían de colaborar con el príncipe imperial sobre el caso de su intento de asesinato; así que, se había continuado investigando alrededor de la compañía de bailarines donde el espía que intentó asesinar a Kenshiro se había camuflado.

—Sus altezas, no era necesario que vinieran. Hoy mismo iría a reportar los avances al Palacio DaCourt. —Comentó el General de la Guardia.

—No se preocupe, ya sabes que me encanta salir del palacio. —Respondió Ancel.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora