Capítulo 101: Cadenas de esclavo

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Adrien no supo cómo sobrevivió a todo el intercambio, cómo soportó seguir sonriendo dulcemente, asistiendo a su señora y terminando el día. Cuando estuvo en su habitación, se alistó para dormir, cepilló su cabello, le untó aceites esenciales para que al día siguiente se viera sedoso, de manera automática.

Luego de terminar su rutina nocturna de acicalamiento, se recostó, las luces fueron apagadas y las respiraciones de sus compañeros apenas llegaban a él; entonces, sus lágrimas finalmente brotaron en silencio, intentó que los quejidos no escaparan de su boca, pero cada vez se volvía difícil contener sus emociones para no romper en un llanto ruidoso.

Esta vez, no tenía a Maan porque él dormía en el ala de los niños, junto a los demás juguetes humanos que entretenían y acompañaban a sus pequeños amos.

"Es mentira lo que se dice de Ancel, pero la expulsión es real...¿acaso el emperador creyó alguna intriga? Ancel sería incapaz de serle infiel a su esposo...¿qué pasará conmigo? si se están separando en malos términos, nadie vendrá a rescatarme...solo...solo deberé convertirme en Adri por completo".

El golpe de aquella realidad fue aplastante, sofocante, su vida como Adrien Leroux había acabado. Nadie lo amaba lo suficiente como para luchar por él, para seguir buscándolo, a nadie le importaba que sería de su vida.

Estuvo a punto de quebrarse, de gritar, de destrozarlo todo.

¿Cómo podría vivir siendo Adri? ¿qué sentido tenía vivir de esa forma? Ser un objeto de lujo, ser halagado como un bonito perro de raza.

Entonces, su espíritu animal zorro despertó.

"El rey león dorado jamás nos abandonaría. Somos parte de su manada, no abandonará jamás a nadie de su manada"

Recordó su época donde jugaba en los jardines junto a Ancel, cuando se escapaban del palacio para recorrer el pueblo, lo mucho que admiraba a Ancel, su rey. Su corazón se oprimió, tembló, pero contuvo su llanto. Siempre creyó en Ancel como su rey, incluso antes de despertar a su espíritu animal. Nadie más era tan digno como él para ser su líder. Su padre le dijo que solo los leones dorados merecían cualquier sacrificio porque ellos estaban dispuestos a dejarlo todo a cambio de su pueblo. Ancel era un digno león dorado.

"Ancel...Ancel no me va a abandonar. Seguramente, negociará por mí, pero quizás le tome mucho tiempo rescatarme, quizás... años...pero tengo que soportarlo. Padre...quizás antes me hubiera abandonado, pero ahora nos hemos reconciliado, tampoco me dejaría, soy su hijo, al menos por el qué dirán... Timothee, Jacob, Channal no me abandonarán...Ashford tampoco... nos hemos vuelto amigos...mi esposo...Ethan...solo debe estar esperando para que Ancel esté a salvo en Whitehall y luego ¿vendrás por mí verdad?"

No podía tener los ojos hinchados al día siguiente, así que se contuvo de seguir llorando. Se aferró a ello, a que sus seres queridos nunca lo abandonarían de esta manera, pero quizás las intrigas de la corte de Taiyou y Hannover habían orquestado una ruptura entre el emperador y Ancel; por lo que, probablemente, eso los retrasaría, tenía que aferrarse a que, aunque le tomase años, Ancel, con seguridad, enviaría a alguien a rescatarlo o vendría él mismo. Sus seres queridos solo necesitaban tiempo para planear todo. Sin embargo, debía prepararse para lo que se avecinaba: pasar la noche con su amo y viajar a Rouran.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora