Capítulo 85: El hijo de la Diosa del Sol

234 17 196
                                    


¿Inseguridad? ¿Celos? Ambos sentimientos solo los había sentido desde que conoció a Ancel, Kenshiro era el príncipe adorado en Taiyou

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Inseguridad? ¿Celos? Ambos sentimientos solo los había sentido desde que conoció a Ancel, Kenshiro era el príncipe adorado en Taiyou. En ese entonces, aunque le parecía bien casarse con Ryu porque era su amigo, no debía de hacer demasiado para agradarle ni se esforzaba por ser seductor con los omegas a su alrededor, ya fuera por su físico, su poder o su riqueza, todos los omegas que le presentaban parecían listos para lanzarse a sus brazos.

En el fondo sabía que más allá de su propia belleza, esos omegas veían en él la oportunidad de dar honor a sus propias familias. Y eso estaba bien para él, porque él también los utilizaría para tener herederos y para estabilizar el poder en sus manos. Si tenía que casarse con diez consortes y tratarlos de manera equilibrada sin tener realmente una pareja a quien ame o de quien reciba amor estaba bien con ello, vivía en paz encargando los problemas de conseguir omegas a su madre, ella escogería adecuadamente.

Todo eso cambió desde que Ancel apareció en su vida con su belleza abrumadora, su carácter orgulloso, travieso algunas veces, dulce, amable y valiente en otros, temible y letal en batalla. Ancel era un mar de contradicciones que había empezado a adorar cuando menos lo pensó. Se convirtió en su amigo, su discípulo, su amado, su amante y compañero de vida.

La nula importancia de ser amado por sus consortes se transformó. Y es que, si había algo que le aterraba, que era su peor pesadilla, era perder el amor de Ancel. Todo lo demás era trabajable, todo lo demás podía ser conquistado y tomado por la fuerza de ser necesario. Pero el amor de Ancel solo podía ser recibido a voluntad. Ancel era un león rey, una fuerza de la naturaleza que sólo podía ser conquistado de buena forma, halagada y adorada hasta que este mismo decida entregarse.

No pudo volver a su estado anterior, no pudo aceptar el tener que vivir casado con otros omegas que no le amaban. El dulce amor de Ancel le había extasiado de tal forma que no podía vivir sin él. Por lo que la consecuencia lógica fue que los miedos, las inseguridades nacieran.

Quizás si nunca hubiera sabido su verdadera identidad no se sentiría tan inseguro de no merecer estar al lado de Ancel. Su león rey estaba destinado a ser la pareja de alguien importante en el mundo, alguien poderoso con quien pudiera cuidar de un gran territorio. Saber que no era un Sonne, que era el hijo bastardo de una princesa y un esclavo hacía que se sintiera inseguro de merecer el amor y la compañía de Ancel, por lo que eso empujaba a que sus celos crecieran.

Hazam era un león rey peliplata, de un gran linaje y tenía el control de su territorio ¿qué pasaba si Hazam se ganaba el amor de Ancel?

La sola idea hacía que su dragón interno quisiera rugir amenazando a todos a su alrededor de rabia, de dolor y de agonía.

Cuando estuvieron a solas, Kenshiro solo se sentó y esperó a que su esposo hablara, aunque aparentaba nada más que seriedad, por dentro era un caos. Ancel comenzó a contarle por qué se había escabullido y que simplemente se encontraron en el Mausoleo. Luego le contó de las propuestas y de las exigencias de Hazam.

Crónicas de Amor y Guerra [ABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora