La carroza del príncipe Ancel y el príncipe imperial continuó avanzando por en medio de la calle mientras los pobladores de Whitehall batían sus banderolas con el escudo de armas de la familia Dacourt, su dinastía gobernante. La guardia real les flanqueaba por ambos lados, por lo que no podían acercarse completamente a ellos. Desde los balcones, un grupo de jóvenes menores de quince años les lanzó una lluvia de pétalos de rosas rojas. Ancel se vio cubierto de esos pétalos, levantó su mirada hacia los jovencitos y les sonrío. Los muchachos saltaron en sus lugares, emocionados por el gesto de su príncipe.
— Seguramente, esperaban que viajaras con tu prometido. — Comentó Kenshiro, mientras observaba al otro príncipe tomar los pétalos de las rosas. — Por eso los pétalos rojos. Se deben sentir decepcionados de no saber quién será su próximo rey consorte.
— Supongo. — Encogió los hombros. — Pero, no podía dejarte arriesgar solo. — Suspiró mientras jugaba con los pétalos de flores y los lanzaba hacia la población. —Tal parece que todo irá como lo planeaste. — Susurró, pues no habían sufrido de ningún ataque hasta el momento.
—Así parece. Espero un regalo de tu parte si mi plan tuvo éxito. —Comentó con una seriedad que estremeció a Ancel. Esos ojos azules oscuros, cual mar tormentoso le detallaban con un deseo que nunca imaginó despertar. Si bien sabía que podía ser deseado, la mirada de Kenshiro era muy clara en cuanto a su deseo.
—¿No te basta con que bailaré contigo? — Respondió Ancel, aparentando que no se sintió nervioso por esa mirada.
—Me temo que no será suficiente, pero es un buen comienzo. —Replicó con una sonrisa.
Ancel se limitó a volver su mirada hacia la población para continuar saludando a todos lados. Su corazón latía con una emoción confusa. Entre nerviosismo a espectativa por lo que podría suceder entre ambos. Dirigió su mirada hacia la carroza donde viajaba su padre, lo veía saludando con una sonrisa franca y se obligó a dejar de distraerse pensando en Kenshiro.
Por seguridad, incluso en cada balcón estaban apostados guardias con el uniforme de la guardia personal de la emperatriz de Hannover y soldados de Whitehall, pero eso no aminoró los ánimos de la población. Los ciudadanos de Whitehall entendían que se debía a la presencia del príncipe imperial, por lo que la seguridad se tuvo que triplicar, ya que en otros años, Ancel tomaba la mano de algunos o incluso cargaba a los niños que sus madres levantaban en brazos.
Mientras tanto, Adrien los observaba aun sentado en el carruaje. Como secretario de Ancel, no tenía el deber de pararse a saludar, a nadie le importaba, era como una figura invisible para todos. Lo cual ciertamente amaba. Le encantaba ver brillar a su amigo, como el futuro soberano que acompañaría. Estaba justo al lado de Han, quien permanecía atento y con una mano en su cinto, listo para bloquear cualquier intento de ataque dirigido hacia los príncipes. Ver a Han le recordó que podían ser blancos de ataque en cualquier momento.
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Crónicas de Amor y Guerra [ABO]
RomanceEl príncipe Ancel (omega) celebra un baile por su mayoría de edad, se espera que en tal baile encuentre al alfa ideal para ser su consorte, y así ascender al trono. Sin embargo, un misterioso rufián lo ataca en el jardín llamándolo "mi omega". Ance...